_
_
_
_
_
ELECCIONES 2004 | Andalucía
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La raíz del problema

La descentralización política del Estado tiene que tener su reflejo en los partidos políticos. Un partido político en un Estado políticamente descentralizado no puede estar constituido internamente como si el Estado no lo estuviera. Y no puede estarlo, porque el partido tiene que hacer política estatal pero también autonómica. Y entre ambas hay una relación y no puede ni debe existir contradicción, pero no puede ni debe existir coincidencia. El partido que no entienda esto, está condenado a estrellarse.

Es lo que le viene ocurriendo a los partidos de la derecha española en Andalucía desde que se inició el desarrollo de la Constitución y la construcción del Estado autonómico. Primero le ocurrió a la UCD, que pretendió decidir desde Madrid, sin contar con los centristas andaluces, por qué vía tenía que constituirse Andalucía como comunidad autónoma y después le viene ocurriendo al PP, desde que sustituyó a UCD en la representación política de la derecha andaluza. La política de la derecha andaluza se sigue haciendo desde Madrid y el PP regional confía únicamente en el éxito estatal para poder conseguir el éxito en Andalucía. De esta manera no configura una oferta autónomamente para la sociedad andaluza, sino que se limita a trasladar a nuestra comunidad las recetas cocinadas por la dirección estatal.

Así no se va a ninguna parte. El PP debería aprender de su rival. Debería recordar que en 1980 no fue la dirección estatal del PSOE la que impulsó la autonomía andaluza por la vía del artículo 151 de la Constitución, sino que fue el socialismo andaluz, inequívocamente liderado en aquel momento por el presidente de la preautonomía andaluza, Rafael Escuredo, el que apostó por esa vía, arriesgándose a tener un desencuentro con la dirección estatal, ocupada nada menos que por Felipe González y Alfonso Guerra. No fue el PSOE estatal el que definió la posición del PSOE andaluz, sino a la inversa, fue la decisión de los socialistas andaluces la que arrastró al PSOE estatal a un territorio en el que inicialmente no quería entrar.

El PSOE andaluz anticipó el proceso de descentralización política antes que ningún otro partido español. Por eso se ha aclimatado tan bién a la nueva estructura del Estado y ha enraizado tan bién en el sistema político andaluz. No hay nada casual en la hegemonía socialista en Andalucía.

Al PP le ha ocurrido todo lo contrario. Y le sigue ocurriendo. No se ha llegado al extremo al que se llegó en la UCD, pero se le aproxima bastante. Y hasta que no rompa con esa dependencia y empiece a hacer política andaluza autónomamente, no podrá obtener la confianza de los ciudadanos.

La dirección regional del PP tiene que estar dispuesta a correr riesgos y a tener desencuentros con su dirección estatal, si hace falta o a forzarla a corregir su posición, incluso cuando su partido ocupa el Gobierno de la nación. Mejor dicho, más todavía cuando su partido ocupa el Gobierno de la nación. Si no lo hace, pierde toda su credibilidad como partido andaluz y está condenada a no ser nunca Gobierno en Andalucía.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Pongo un ejemplo, aunque podría poner muchos más: el no reconocimiento por el Gobierno de la nación del censo de la población andaluza que él mismo había aprobado a efectos de financiación de la comunidad autónoma. Un partido andaluz no puede aceptar ese no reconocimiento en ningún caso. Un partido andaluz tiene que estar con su comunidad autónoma en un asunto como ese. No puede subordinarse al Gobierno de la nación y a su dirección estatal e intentar justificar lo injustificable. Si lo hace, pierde la comunicación con los ciudadanos andaluces. Si la deuda contraída por el Estado con la comunidad autónoma por el no reconocimiento del censo no se ha pagado ha sido en buena medida por culpa del PP de Andalucía. Hubiera sido imposible para el Gobierno no pagarla, si el PP de Andalucía se lo hubiera exigido. Ese coste es inasumible para cualquier Gobierno estatal.

El PP andaluz tiene que emanciparse, tiene que convertirse en un partido mayor de edad y dejar de ser un perrito faldero. Entre otras cosas porque las faldas del partido estatal no le van a dar nunca lo suficiente como para llegar al Gobierno de la Junta de Andalucía. No le dio lo suficiente ni en el momento de máximo deterioro del PSOE, con la fuga de Roldán en 1994, ni en los momentos en que el PP ha sido Gobierno de la nación, incluso por mayoría absoluta. Lo deja en la más absoluta miseria, cuando el PP estatal retrocede.

Esto es lo que está detrás del resultado electoral andaluz del 14-M. Mientras el PP en Andalucía no actúe como un partido andaluz, estará condenado a este tipo de resultados. Se moverá al alza o a la baja según vaya el partido estatal, pero no llegará nunca a ser partido de Gobierno en Andalucía.

JAVIER PÉREZ ROYO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_