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MATANZA EN MADRID

"También son nuestros muertos"

Los musulmanes sufren por las víctimas y temen que se les criminalice tras las detenciones

Patricia Ortega Dolz

En los pequeños corrillos que se formaban a las puertas de los pocos comercios de marroquíes que abrieron ayer en Lavapiés, el barrio más multiétnico de Madrid, resonaba una palabra: "Jov", "miedo" en árabe.

Al dolor por la pérdida de las víctimas, muchos de ellos de amigos, conocidos o compatriotas, los musulmanes suman ahora el temor a ser criminalizados tras las detenciones de tres marroquíes. Parte de la segunda comunidad inmigrante de la capital, con casi 24.000 personas (son el 10% de los 600.000 extranjeros de toda la comunidad), vive en la ciudad. Lavapiés, su barrio por excelencia y el mismo en el que el pasado sábado detuvieron a tres de sus compatriotas por su presunta implicación en los brutales atentados del jueves, vivía ayer una jornada anormal.

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Hace cuatro días, la mayoría de ellos salió a la calle con sus familias, junto al resto de los ciudadanos madrileños, para manifestarse en contra del terrorismo y solidarizarse con el dolor de los familiares de las víctimas de los atentados.

"También son nuestras víctimas. Nosotros vivimos aquí y lo compartimos todo: lo bueno y lo malo. Somos uno más. También son nuestros muertos y ahora nos pueden convertir en sus verdugos. Es horrible. No estamos acostumbrados a que nos llamen asesinos por la calle", decía afectado el dueño de una tienda de alfombras en la calle del Duque de Fernán Nuñez. Él, de origen bereber, lleva 19 años regentando ese comercio y nunca se había sentido tan atemorizado.

La mayoría de ellos conocía, sobre todo, a dos de los detenidos, aunque nada les hacía sospechar. "Eran dos hermanos de Tánger, eran muy conocidos. Llevaban en el barrio por lo menos ocho años y habían tenido varios comercios. Primero una ferretería, luego una tienda de comestibles y después la tienda de teléfonos. El tercero (Jamal), el que tiene antecedentes penales, había llegado a trabajar con ellos hace sólo cinco meses, para liberar tarjetas, porque sabía de informática".

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El miedo a que se generalice y se criminalice al colectivo y la posibilidad de un brote racista como el de El Ejido les aterra y ayer, frente al habitual trasiego de magrebíes en el barrio, la mayoría permanecía en sus casas. "Fíjese lo que pasó en El Ejido cuando mataron a una chica. Imagínese lo que puede suceder ahora aquí. Tememos lo peor. Llevo dos días sin salir de aquí", decía un marroquí en su habitación de hotel en la calle de la Magdalena.

Desde la Mezquita de la M-30 el imam, Monoir Mahmoud Elmassery, hacía un llamamiento a la serenidad y animaba a los fieles a demostrar el verdadero espíritu musulmán, completamente opuesto al terrorismo.

"No me atrevo a ir solo por la calle. Ya nos han dicho eso de: 'Después de lo que habéis hecho, ahora venís a reíros de nosotros", contaba ayer Abdel en la ferretería de un amigo suyo.

Hassan, nacido en Tetuán hace 36 años y nacionalizado español, accedió a dar un paseo con la periodista, advirtiendo que la gente estaba muy asustada y que no sabía cómo iban a reaccionar.

"Esta mañana han insultado a una mujer con carrito en la plaza de Tirso de Molina. A un amigo mío le han escupido por la calle y a otro, que es albañil, sus propios compañeros le han dado de lado", cuenta en el trayecto.

El recelo de las miradas y los ojos esquivos son la forma de saludar al extraño.

- "¿Es periodista o es policía?", le preguntan a Hassan.

- Es periodista, pero y si fuera policía ¿qué?, responde.

- Está la cosa muy mal. Nos miran mal, como si hubiéramos sido nosotros.

Oración en la mezquita de la M-30.
Oración en la mezquita de la M-30.MIGUEL GENER
Moneir Mahmud Elmessery.
Moneir Mahmud Elmessery.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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