Galletti, la cuna y Bilardo
El extremo, hijo de un ex jugador de Estudiantes, iba a las concentraciones desde los 3 años
El sábado, en Chamartín, se fue solo, como una bala, en dirección al área del Real Madrid. Vestido de avispa, con el 7 a la espalda, Galletti miró de reojo a su izquierda y vio que corría solo, que no le acompañaba nadie; así las cosas, encaró a Iker Casillas. El número 1 metió su manopla izquierda y le ganó la mano. Ayer, el 7 no se entrenó con el Real Zaragoza en Perelada (Girona), donde Víctor Muñoz, el día que cumplió 47 años, instaló el cuartel general zaragocista de cara a la final de la Copa del Rey. Jugará, mañana, estará en Montjuïc, dónde justo hace una vuelta de campeonato marcó de espectacular chilena ante el Espanyol. No estará Iker bajo los palos, pero el 7 del Zaragoza encarará a César sin miedo, llegado el momento, porque este extremo zaragocista es futbolista desde la cuna. Y pincharrata.
El 7 es Pablo Galletti (1980, La Plata, Argentina) y a los 24 años lleva tres en Zaragoza. Creció en las divisiones inferiores de Estudiantes de La Plata y a los 19 años, tras dos cursos con los pincharratas -como popularmente se conoce a este equipo argentino-, se fue al Parma. Duró medio año, no jugó y le cedieron al Nápoles, que por entonces estaba en la Segunda italiana. "Era muy joven y me añoré mucho", recuerda hoy día Galletti. Por eso volvió a casa, a La Plata, donde le encontró el Zaragoza. Y ahí está desde hace tres temporadas el niño que dormía con su padre en las concentraciones de Estudiantes.
"No había manera de dormirme si no tenía cerca a mi viejo". Y el viejo, el hombre que más goles haya marcado jamás con la rojiblanca de Estudiantes, habló con Bilardo, el entrenador. "Son muy amigos y Carlos siempre respetó mucho a mi padre cuando era jugador", advierte antes de apuntar que el narigón no puso ninguna pega: "Pedí un plegatín, Tano", le dijo a papá el entrenador.
Desde entonces, las vísperas de los partidos, al Country City Bell, algo así como la ciudad deportiva de los rojiblancos, aparecía por las tardes la señora Galletti, con su niño, apenas de tres años, a punto de tomar la papilla. La señora -que de aguantar al marido y a sus dos hijos ha terminado "por saber de fútbol", dice el zaragocista- volvía a casa y dejaba a Pablito con su padre. Tenía tres años y durante horas, acurrucado en los brazos de su progenitor, fue infantil testigo de sus tertulias con Carlos Salvador Bilardo, (que desde el banquillo hizo historia al llevar a aquel equipo a ganar dos Ligas seguidas) con Trama, líder del grupo, o Sabella, un goleador que probó fortuna mas tarde en el Sheffield United, sin encontrarla. Los recuerdos de Pablo son vagos, pero sabe, porque se lo han contado, que alguna noche le acurrucaba el narigón. Aquel niño sólo podía ser futbolista. Hoy lleva el 7 en el Zaragoza y mañana jugará la final de la Copa del Rey. Y es un Galletti. Todo un apellido ilustre en La Plata, al menos en la orilla de Estudiantes.

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