Muchos jóvenes salvaron sus oídos porque iban con auriculares
Cuando el pasado jueves cuatro trenes saltaron por los aires, despidieron una onda de calor que abrasó cientos de cuerpos. Rostros, piernas y manos quemadas, que ahora deben ser reconstruidos. Algunos de ellos permanecen en el hospital de Getafe, único, junto con el de La Paz, especializado en quemados.
"Los cuerpos están machacados de arriba a abajo, las quemaduras son sobre todo faciales y en los miembros", explica Emilio Moreno, médico del servicio de cirujía plástica de la unidad de quemados, que ha visto pasar por su departamento a los heridos en la explosión de la planta de Repsol el pasado agosto o a uno de los españoles víctimas del crucero incendiado en el Nilo en octubre del año pasado. "Aquí vienen hasta del extranjero", cuenta Fernando San José, técnico de emergencias de la Comunidad de Madrid, que transportó a los heridos el día del atentado.
Cuando el jueves llegó la avalancha de heridos, lo primero que hicieron fue evaluar la gravedad de las quemaduras y retirar la piel muerta. Luego veienen las curas, y sólo días más tarde operan. "Para la intervención, normalmente utilizamos autoinjerto de piel de otra parte de su cuerpo", dice Moreno. Cuando no es suficiente, echan mano del banco de tejidos del hospital.
Día de visita
El domingo es día de visita. Los familiares de los heridos se arremolinan en todos los rincones del edificio a la espera de noticias. Uno de ellos permanece en estado crítico; otros seis, graves, y dos podrán salir pronto del hospital. La mayoría son jóvenes, y tres de ellos, extranjeros (Rumania, Ecuador y Cuba).
El jefe de la unidad de urgencias, Silvio Guardiola, se muestra optimista ante la evolución de casi todos ellos y destaca su buen ánimo. "¿Cómo ha quedado el Madrid?', es lo primero que me ha preguntado hoy una chica joven, que tiene toda la cabeza quemada", recuerda Guardiola. Se lamenta de que las víctimas sean tan jóvenes, pero advierte de que su juventud fue lo que libró a muchos de ellos de quedarse sordos. "Iban escuchando música, con los auriculares puestos, y eso les ha salvado de muchas lesiones de oído", asegura.
Guardiola, como muchos de sus compañeros, destaca además "la impresionante respuesta de los médicos, enfermeras, administrativos, donantes de sangre y pacientes del hospital" el día de la masacre. "Hay muchas personas mayores que vienen a urgencias por las mañanas. Ese día les dijimos que tenían prioridad las víctimas del atentado y se fueron todos a sus casas".
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