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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Tanatorio

Un matrimonio muerto, ocho huérfanos

Una pareja hondureña trabajaba para traer a España a sus hijos, uno a uno

Ocho hermanos se quedaron huérfanos el 11-M de un plumazo. Un matrimonio hondureño murió en el atentado. Tenían tres hijos en común. Pero él contaba con otros cinco de una unión anterior. La mujer, Laura, solía coger el tren cada día para ir a trabajar como empleada de limpieza. Tenía 37 años. La peor suerte la tuvo quizás él, Saúl, de 44 años. Justo el día anterior le forzaron el coche que usaba para trasladarse a las obras de la construcción en las que trabajaba.

Laura Ramos y Saúl Valdés se subieron al tren en Vallecas. Sólo recorrieron una estación. Murieron en la siguiente, la de El Pozo. Se habían conocido en Choloma, el pueblo de ella. Llevaban 17 años juntos. Habían emigrado a España en busca de una vida mejor. Primero viajó él y, en cuanto juntó el dinero suficiente para pagar el pasaje, se trasladó ella. Después se fueron trayendo a sus hijos uno a uno, que se habían quedado con su abuela en San Pedro Sula, otra localidad hondureña.

"Ellos vivían por su familia y para mandar dinero a su país", dice envuelta en lágrimas Lesly Martínez, una prima del fallecido. Los atentados acabaron con sus vidas y destrozaron las del amplio entorno que habían construido a su alrededor. El próximo jueves sus cuerpos serán repatriados. Volverán a su país sin haber cumplido su sueño: haber juntado en España a todos sus hijos.

Ayer fue el aniversario de la hija mayor que tenían en común. Cumplió 16 años. Ella acompañará el cuerpo de sus padres a Honduras junto a sus tres hermanos que viven en España y sus tíos, Lesly y José. El Gobierno español pagará a la familia dos billetes de avión por cada cuerpo a repatriar. Los otros tres ha prometido costearlos Aguas Ocaña, la mujer de origen sevillano del presidente de Honduras Ricardo Maduro.

Laura y Saúl llevaban viviendo 12 años de alquiler en España. Y acababan de conseguir comprarse una pequeña casa, con una hipoteca. La pareja poco a poco había acondicionado su hogar con muebles de segunda mano. Aún no tiene microondas ni lavaplatos. "La pareja tenía problemas económicos, pero eso los unía, les hacía tener metas juntos", recuerda José, el tío de los niños.

A pesar del dolor, los familiares del matrimonio fallecido se sienten arropados. "El Gobierno hondureño ha sido lo mejor de lo mejor, se ha preocupado por todo, cada tres minutos nos llaman del Consulado para saber lo que necesitamos", afirma José. Han puesto además a su disposición un coche y les van a pagar todos los gastos, tanto del viaje como cuando lleguen a Honduras.

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Tras los entierros en San Pedro Sula, cuatro de los ocho hijos (de entre 12 y 21 años) volverán a España. Juana Elvia, su abuela paterna, se hará cargo de ellos. Tiene 69 años. Ella fue la pionera. Lleva en España más de 25 años, emigró nada más quedarse viuda.

Lesly y José, que tienen una hija de ocho años, también ayudarán a los hijos de los fallecidos, "Vamos estar con ellos a muerte", afirman. La abuela asegura que pedirá la nacionalidad para todos sus nietos, tal y como ha ofrecido el presidente del Gobierno, José María Aznar, a todos los familiares de las víctimas.

A la capilla ardiente en el madrileño tanatorio de la M-30 asistieron muchos hondureños. En la sala en la que yacían, la 11, se vieron escenas muy dramáticas. Los familiares se empeñaron en querer ver por última vez el rostro de la Laura y Saúl. A pesar de que los psicólogos que les acompañaban intentaron disuadirles, se empeñaron. Y no lo aguantaron. Hubo muchos gritos de dolor y tres desmayos.

En tres días estarán en su país. El matrimonio había programado ese viaje, pero para junio. El azar ha hecho que se adelantara trágicamente. Sus planes fueron truncados.

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