El precio del voto del emigrante

El día 25 de febrero de 2004 recibí una carta de Teófila Martínez y Mariano Rajoy. La señora Teófila comienza transmitiéndome su admiración hacia todos los que tuvimos que salir de España, nos llama valientes y nos comunica que ella también salió de España con su familia, pero tuvo la posibilidad y la voluntad de regresar. Nos recuerda que muchos lo hicimos por la necesidad de trabajar y nos dice que los andaluces nos merecemos más... A continuación, pedía mi voto para el 14 de marzo.

Vayamos por partes: Tras todos los halagos, nos da a entender que sabe por lo que pasamos los demás. Pues bien, ¡no tiene ni idea! Usted se fue con su familia..., yo lo hice sola, con poco dinero y sólo hablando español.

De segundas, al por qué ella tuvo la oportunidad de regresar y yo no, contéstense ustedes mismos; a lo de la voluntad..., ¡y quién no la tiene, muy señora mía!

A lo de que muchos nos fuimos por cuestiones laborales, le doy la razón, pero tengo que preguntarle que si tanto ha hecho el PP por los andaluces, ¿por qué todavía no podemos volver? Y es cierto que los andaluces nos merecemos más...; nos merecemos el respeto de que ni usted ni nadie juegue con nuestras vidas para conseguir un voto. Nosotros no somos solamente los votantes de los que ustedes únicamente se acuerdan en época de elecciones, sino seres humanos que viven divididos entre dos familias y dos culturas, día a día. No nos merecemos la falta de respeto y de consideración que usted y su partido nos han demostrado con tal chantaje emocional.

Mariano Rajoy comienza reconociendo el sacrificio que hicimos cuando dejamos nuestro país..., o sea, ni idea...; el sacrificio de no ver a nuestros padres, hermanos y demás seres queridos es diario.

Continuando, dice que el PP seguirá haciendo que ningún español se sienta solo. ¿Dónde están ustedes cuando alguna tragedia pasa en nuestras familias y no podemos estar con ellos?

El PP y sus representantes han carecido de toda humanidad jugando con nuestros sacrificios y los de nuestras familias. Si tanto se preocupan por nosotros, ¿por qué no recibimos una felicitación de Navidad?