Factor miedo

El estreno de Factor miedo (Antena 3) tuvo que ser interrumpido para dar paso a la noticia del asesinato del corresponsal Ricardo Ortega. Luego, la emisión se retomó con, en teoría, normalidad y volvimos a presenciar las andanzas de unos concursantes que juegan con el riesgo. El azar, trágico en este caso, empañó cualquier posibilidad de disfrutar del concurso.

Barbarie

La muerte de Ortega fue el presagio de un dolor más expansivo: una serie de explosiones pensadas para asesinar a civiles en tiempos de paz. La sensatez televisiva también explotó. Sangre, desmentidos, rumores, testimonios emocionalmente durísimos, mapas de una ciudad en la que se marcan hasta tres explosiones, el pánico, a través de la pantalla, se atomiza en múltiples formas de confusión. "Tenemos que asimilar la conmoción y el horror tal y como son", escribió Don DeLillo después del 11-S. Entre tanta confusión, una de las enviadas especiales, arrastrada por la urgencia, confunde la forma con el fondo y, sin darse cuenta, dice: "Los servicios de rescate dificultan las tareas de los informadores".

Duda

Superados los primeros minutos de consternación se intuye que, entre los restos de los trenes, Madrid reacciona. Vemos a policías, enfermeros y voluntarios ofreciéndose, donando sangre, a años luz de la retórica de la repulsa y la condena. Montserrat Domínguez en La mirada crítica (Tele 5) procura hallar el tono, pero la brutalidad de las imágenes desprecia el dolor de familiares y amigos de los más perjudicados. Las declaraciones oficiales de políticos e instituciones a duras penas llegan a representar la capacidad de reacción de la gente y tienen el único valor del consuelo.

Solidaridad

Cuando más funciona la televisión es cuando ejerce de servicio público: teléfonos de información, comunicados, consejos. Y también como transmisor de solidaridades que permiten adivinar que la reacción ha sido proporcional al drama. En cuanto a la autoría, las interpretaciones añaden confusión y ya sea en la radio o en la televisión se suceden hipótesis que subrayan lo secundario y se alejan de lo esencial. La opinión va ganando terreno a la información, incluso en las declaraciones oficiales, y el egotismo lucha a brazo partido con la objetividad. El desfase entre el ritmo de la investigación y la impaciencia de los medios exaspera en lugar de serenar. Se produce un fenómeno perverso y mezquino: parece que el mensajero quiera ser más importante que el protagonista y determinadas declaraciones, enfáticas y literarias, supuran más vanidad que respeto. Una frase sonora vale más que un dato sobre una víctima. Cualquier fuente procedente de Internet tiene prioridad sobre las dificultades a las que se enfrentan los médicos.