Academia de policía para las mujeres en Irak
Sesenta aspirantes dan clase de no discriminación junto a sus colegas varones
Los aspirantes a policías en Irak consideran que las mujeres no pueden trabajar de noche "porque tienen que cuidar de su marido y sus hijos". El instructor les reta: "¿Y si no están casadas?". Entonces, surgen un tropel de explicaciones sobre la "debilidad" y "menor capacidad física" de la mujer. Cuando el cabo José García les explica que en una sociedad democrática hombres y mujeres tienen los mismos derechos y obligaciones, los 28 cadetes, todos varones, mueven la cabeza con incredulidad. Y sin embargo, hay 60 mujeres entre los 940 matriculados. El próximo 4 de marzo se graduará la primera promoción, 460 agentes.
Estamos en la clase de Derechos Humanos de la Academia de la Policía Iraquí y hoy toca "Principios para la no discriminación de la mujer en la sociedad". Es la materia en la que mejor se aprecia el abismo entre la mentalidad iraquí y la de las fuerzas ocupantes. Con paciencia de maestra de parvulario, García hace ponerse de pie al más corpulento y al más enjuto del aula. "¿Quién es el más débil?", pregunta. Ante la respuesta unánime, les provoca: "¿es una mujer?" "¡Nooo! ¡Es un hombre!", corean todos sin entender a dónde quiere ir a parar.
Los hombres iraquíes creen que las mujeres no deben trabajar por las noches
"Lo veis", les dice a través de un intérprete, "la fortaleza o debilidad es una cuestión de constitución física, no de género". Entonces, tiene que explicar que se entiende por "género". Para que no haya dudas, traductor y alumnos tienen una definición por escrito. "¿Qué tiene de positivo que haya mujeres en la policía?", vuelve al ataque García. "Que pueden cachear a otras mujeres en los hospitales", responde presto Mohamed. El suboficial estadounidense hace un gesto de insatisfacción. "Que tienen más paciencia para los interrogatorios", apunta Alí, uno de los alumnos más avezados. A ninguno les gustaría que su mujer fuera policía, no digamos ya oficial.
En el campo de tiro, Asil Yasim Mohamed, declara sin embargo que no se siente discriminada. "La relación con los colegas es muy buena", asegura esta joven de 20 años que dice haberse inscrito en la academia porque le "encanta este trabajo". Asil, que como la mayoría de las mujeres cadetes se cubre la cabeza con el pañuelo islámico, aclara que no es hija de policía y que nadie en su familia ha ejercido antes como tal. Su uniforme es igual al de los hombres, pero ellas llevan el polo por fuera de los pantalones para disimular las formas femeninas. Al igual que sus colegas, Asil practica con una Glog de 9 milímetros. "Es la clase que más me gusta", afirma antes de empezar a disparar.
En esa preferencia, Asil coincide con sus compañeros hombres que aguantan estoicos las clases teóricas. Los más jóvenes entre los cadetes insisten en la vocación. Los más mayores, en la necesidad de mantener a sus familias. La franja de edad es muy amplia y más de la mitad están casados y con hijos. Cada estudiante recibe un salario de 50 dólares al mes, que sube a 60 nada más graduarse. Además, todos ellos cobran un plus de peligrosidad de 86 dólares mensuales, lo que constituye un interesante atractivo en un país en el que el paro ronda el 40%.
"Quiero ayudar a mi país", responde convencida Huda Thamir Suhail cuando se le pregunta que la ha llevado a ingresar en la academia. Ella, como la mayoría de los cadetes, afirma que los últimos atentados dirigidos contra el cuerpo no han hecho mella en su determinación. Sin embargo, algunos piden que no se les fotografíe por temor a represalias. La seguridad es lo que más preocupa a los futuros agentes del orden.
"Puedo asegurar que ninguno ha dejado la academia por miedo a los atentados", asegura el coronel Melvin Goudie, un escocés enorme responsable de la dirección técnica del centro. "Si acaso, ha aumentado su determinación", subraya con el asentimiento de su contraparte iraquí, el coronel Husein Mehdi, que permanece silencioso durante toda la visita. Goudie explica que cada vez que se produce un ataque contra una comisaría se reúne con los cadetes y habla con ellos sobre la forma de incrementar su seguridad.
"Les enseñamos defensa personal, protección de edificios, inspección de vehículos... Son ocho semanas de entrenamiento básico, aunque cuando empiecen a trabajar, tendrán que continuar su formación y especialización", precisa el coronel Goudie. Ocho semanas parecen poco tiempo por comparación a los tres años que duraba la academia antes de la guerra. Pero el tiempo apremia. Descontando los 1.500 graduados del Centro de Entrenamiento jordano, el resto de los 67.000 policías que hoy dependen de Interior proceden del antiguo régimen y hay que inyectar sangre nueva en el cuerpo.
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