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Entrevista:MANUEL TRUJILLO | Jefe de Psiquiatría del Hospital Bellevue de Nueva York | MATANZA EN MADRID | La asistencia sanitaria

"Es una reedición del 11-S, con sus luces y sus sombras"

Javier Sampedro

El 11 de septiembre de 2001, a las pocas horas de que dos aviones se zambulleran en las torres gemelas de Nueva York, el director del Servicio de Psiquiatría del Hospital Bellevue de esa ciudad, Manuel Trujillo, empezó a recibir a pacientes afectados por crisis de ansiedad y pánico, entre ellos 300 miembros de la plantilla del propio centro sanitario, situado en la Primera Avenida. Una reunión científica le trajo a Madrid anteayer, justo a tiempo de reencontrarse con el horror. El psiquiatra percibió de inmediato los paralelos entre ambos infiernos.

Trujillo nació en Zaragoza "circunstancialmente" -su padre era cordobés y su madre malagueña-, y se licenció en la Universidad de Sevilla en 1968. Lleva 34 años en Nueva York, y 13 en su actual cargo.

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Pregunta. ¿La historia se repite?

Respuesta. Absolutamente. El sufrimiento humano ha mostrado muchas coordenadas de similitud entre ambos casos. Se ha repetido la tragedia, y también la capacidad humana de recuperación, con la que ya podremos contar siempre en el futuro. Hemos visto la misma solidaridad emocionante, el mismo calor humano con las víctimas desde el primer segundo. Ha sido una reedición del 11-S, con sus luces y sus sombras.

P. Sin embargo, mientras que poca gente sobrevivió al desplome de las torres, en Madrid hay 1.400 heridos.

R. Habrá muchos casos de estrés postraumático, la expresión de una mente en sobrecarga. Puede desencadenarse por cualquier exposición a la muerte o a la pérdida, pero

un acto terrorista es mucho más destructivo para la salud mental que un accidente o una catástrofe natural, porque no sólo desafía a la mente, sino también a la capacidad humana de dar sentido a lo que le está pasando.

P. ¿Qué debe hacerse?

R. La acción preventiva es esencial. Todos estos heridos precisan una intervención psicológica ligera, de evaluación y de apoyo, y hay que facilitarles el acceso a la información sobre este trastorno. Si muestran pérdida de memoria, irritabilidad o insomnio, tienen que entenderlos como una secuela natural de la tragedia, y no asustarse de sus propias emociones.

P. Miles de personas se concentraron en los hospitales, o deambularon de uno a otro buscando a sus familiares antes de ir al tanatorio.

R. Otra vez el mismo patrón de conducta que en el 11-S: quedarse en el hospital aun sabiendo que el familiar no está allí, no querer saber, tratar de posponer lo más posible el momento inevitable del enfrentamiento a la muerte de un ser próximo.

P. ¿Qué asistencia necesitan?

R. En esta primera etapa hay que rodearlos de afecto y de apoyo, que no se queden solos excepto en los momentos en que lo necesiten. En todo instante, al recibir la noticia o durante el funeral, deben percibir el afecto, el apoyo y la solidaridad de los demás. Esto es lo más fácil, en realidad.

P. ¿Qué pasa después?

R. Luego viene lo más duro. Se extingue el eco público, y quedan por delante meses de soledad y duelo. Sus seres queridos han muerto a manos de otros seres humanos, y eso hace más difícil cicatrizar la herida y reconstruir una imagen del propio futuro y una visión relativamente benigna de los demás. Las reacciones que vemos ahora son de estrés agudo, inmediato. Si los síntomas persisten después de un mes es cuando se diagnostica el estrés postraumático. A veces el síndrome es diferido, y sólo se manifiesta después de un tiempo. Los familiares necesitan un acceso fácil a la evaluación psicológica y psiquiátrica durante mucho tiempo.

P. ¿Cuánto tiempo?

R. Se está poniendo de moda fijar plazos a las intervenciones psicológicas en las víctimas del terrorismo, pero yo creo que no hay que poner límites artificiales. La interacción médico-paciente debe definir hasta cuándo, cómo y con qué objetivos terapéuticos. Hay mucho por reconstruir. Afortunadamente, la relación de la sociedad con las víctimas del terrorismo ha mejorado, y ese solo hecho va a mejorar el pronóstico de estas personas.

P. En los días siguientes al 11-S, usted estimó que cerca de un millón de neoyorkinos sufrían cuadros de ansiedad. ¿Persiste ese problema?

R. Entre la población general, sólo en las personas que arrastraban trastornos preexistentes. Pero entre los más próximos a las víctimas persisten bolsas de depresión y otros cuadros, y no es fácil acceder a estos pacientes, porque no se conceden el derecho a recibir afecto, apoyo y tratamiento. "No lo necesito", se dicen, "después de todo me manejo bien". Por eso, en Madrid, es importante acceder ahora a los hospitalizados y a sus familias, informarles de la conveniencia de la ayuda psicológica para que lo recuerden cuando la necesiten.

P. En Nueva York usted actuó de oficio, enviando psicólogos a los lugares donde había afectados.

R. Sí, y ese puede ser un consejo interesante para Madrid. Como los pacientes de estrés postraumático no suelen ir a las consultas, enviamos a nuestros psicólogos y psiquiatras a los lugares donde recibían algún otro tipo de asistencia, por ejemplo de tipo económico.

P. ¿Es bueno que las víctimas tengan contacto entre ellas?

R. Es fundamental. Se establecen lazos muy poderosos.

P. ¿Quedará tocada la ciudad?

R. Habrá una nube sobre el alma de los madrileños. La atmósfera ciudadana se teñirá durante meses de un poso de reflexión, de gravedad.

P. ¿Puede haber brotes agresivos de tipo xenófobo?

R. No muy graves si hay unliderazgo político sobrio y contenido. En Estados Unidos hubo pequeños conatos tras el 11-S, pero cesaron ante la actitud clara de los líderes políticos. Bush y Giuliani visitaron enseguida las mezquitas.

P. ¿La atrocidad genera sentimientos de venganza?

R. Sólo superficiales y transitorios. Lo que percibo hasta ahora es la necesidad de analizar más finamente cuál es la naturaleza del terrorismo con el que nos enfrentamos en el siglo XXI. El antídoto contra la venganza es la credibilidad democrática y la transparencia.

P. ¿Utilizó Bush el 11-S para influir en la opinión pública?

R. Ha hecho algún intento de utilizar los símbolos, pero la vigilancia de la oposición y las instituciones democráticas es feroz. No lo va a lograr.

Manuel Trujillo, ayer en un hotel madrileño.
Manuel Trujillo, ayer en un hotel madrileño.LUIS MAGÁN

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