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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La caja de las herramientas

Si las definiciones -como mantenía Nietzsche- sólo son apropiadas para los objetos abstractos y los rasgos del mundo natural carentes de historia, la pretensión de confeccionar un glosario de instituciones y de doctrinas políticas con vocación de permanencia en el tiempo está condenada al fracaso. Palabras como Estado, liberalismo, democracia o derechos humanos nacen y evolucionan en situaciones cambiantes relacionadas con el ejercicio del poder; cada aplicación de esos términos a escenarios nuevos implica su redefinición, en ocasiones con sentido diferente e incluso opuesto al recibido en el pasado. El desgaste del vocabulario político a lo largo de la historia facilita su explotación por los demagogos; la mutación de sus contenidos entorpece la inteligibilidad de unos debates amenazados por las confusiones de buena o mala fe: "Si las teorías son como herramientas, la única cuestión útil que merece la pena plantearse sobre ellas es cómo funcionan en la tarea y en el contexto concretos para los que se ha concebido su uso".

HISTORIA E ILUSIÓN EN LA POLÍTICA

Raymond Geuss

Traducción de Vicente Campos

Tusquets. Barcelona, 2004

288 páginas. 15,38 euros

De ahí la necesidad de que esas palabras sean retiradas cada cierto tiempo de la caja de herramientas para ser limpiadas de impurezas, analizadas conceptualmente y descargadas de equivocidad. Ésa es la tarea que emprende en este afilado y conciso libro Raymond Geuss, profesor de la Universidad de Cambridge, con la advertencia previa de que el método aplicado se asemeja más a los procedimientos de la filosofía analítica tradicional que a la generalogía nietzscheana. El punto de partida es la crítica de la ilusoria creencia de "nuestra época" según la cual existiría un modelo ideal único de política compuesto por cinco elementos trabados entre sí de forma coherente: el Estado, la economía capitalista, el liberalismo, la democracia y los derechos humanos. Pero la conjunción de esos componentes que sirven de matriz a las sociedades occidentales contemporáneas no ha sido un fenómeno inevitable sino la azarosa consecuencia de un proceso histórico contingente.

El análisis del concepto de

Estado -inseparable de su historia- constituye una excelente introducción a la política entendida en sentido genérico (cualquier conjunto de relaciones de subordinación) o específico (la adquisición, la distribución y el ejercicio del poder en el marco estatal). El magisterio de Max Weber inspira el tratamiento dado a cuestiones tales como la legitimidad, la autoridad, la violencia, la coerción y el poder. Raymond Geuss reserva la capacidad de fuego de su notable artillería polémica a la corriente doctrinal que basa la creación del Estado sobre el consentimiento. Las críticas lanzadas contra el resurgimiento contemporáneo del contractualismo -es fácil adivinar la obra de John Rawls en el trasfondo de la batalla naval- alcanzan tonos tan hiperbólicos como humorísticos: "Con los mástiles partidos, las cubiertas haciendo agua, las olas barriendo la cubierta, toda la tripulación caída por la borda, algunos filósofos, agarrados a los restos del naufragio que suben y bajan en el oleaje, todavía han intentado afirmar heroicamente que el barco está a flote, sigue su rumbo y avanza: la promesa en cuestión no es ya consentimiento real sino hipotético".

En el relato de Raymond Geuss el liberalismo está formado por cuatro hilos conductores: la tolerancia, la libertad, el individualismo y la oposición a un poder discrecional y absoluto. La célebre diferenciación establecida por Isaiah Berlin entre libertad positiva y libertad negativa no equivale, en cualquier caso, a la distinción no menos famosa realizada más de un siglo antes por Benjamin Constant entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos,

Buena parte de los equívocos

que amenazan a los debates sobre la democracia nace del doble uso -empírico y normativo- del mismo término, que sirve a la vez para describir el funcionamiento del conjunto de las instituciones políticas bautizadas con ese nombre y para referirse a sus dimensiones prescriptivas. Pero también las discusiones circunscritas a los aspectos puramente valorativos suelen verse interferidas por ciertas vacilaciones a la hora de elegir los criterios encargados de dirimirlas: frente a los enfoques externos e instrumentales que prestan atención exclusivamente a los aspectos utilitaristas (sea la eficacia, la estabilidad o el coste) de la democracia, otros planteamientos sólo toman como punto de referencia la superioridad moral de los procedimientos aplicados.

El lugar central que ocupan los derechos humanos dentro de ese "modelo ideal" de pensar la política moderna -junto al liberalismo, la democracia y la economía de mercado- es analizado por Raymond Geuss con recelo. El resurgimiento de los viejos derechos naturales como fundamento del ordenamiento positivo sería una ficción poco conveniente que alentaría expectativas falsas sobre la política contemporánea. Dado que los derechos humanos rara vez se hallan plenamente vigentes en ninguna sociedad actual, su discurso no sería sino una tentativa ideológica elusivamente polimorfa de asegurar que la "mano fantasmal" de un presente tan idealizado como inexistente "sea capaz de estrangular el futuro".

Un traficante conduce a un centenar de esclavos para su liberación en Sudán el pasado diciembre.
Un traficante conduce a un centenar de esclavos para su liberación en Sudán el pasado diciembre.AP

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