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Reportaje:MATANZA EN MADRID | El Pozo

Un barrio peleón y humilde

El Pozo del Tío Raimundo nació hace más de medio siglo como un poblado chabolista de vecinos muy reivindicativos

Antonio Jiménez Barca

En 1955, el Pozo del Tío Raimundo consistía en un poblado chabolista de 2.000 inmigrantes situado más allá de Vallecas. Aunque en vez de proceder de los rincones más pobres de Sierra Leona o Marruecos, como ahora, los inmigrantes provenían de los rincones más miserables de Extremadura o de Andalucía. Cuando llegaban, armaban una chabola por la noche, se metían dentro, y rezaban para que al amanecer no les echara la policía, los grises de entonces.

En los años 60, la parroquia de este barrio se convirtió en el nido del incipiente sindicato CCOO. Al frente de esta iglesia tan especial se encontraba uno de los personajes clave de este barrio humilde y particular: el Padre Llanos, que fue confesor de Franco en la Guerra Civil, pero que se convirtió en cura militante y rojo en cuanto vio de cerca la pobreza y las necesidades que se pasaban en el cinturón sur de Madrid.

Las chabolas dejaron de existir hace años. Se levantaron bloques de pisos y colegios
El apeadero que saltó ayer por los aires de dos bombazos fue inaugurado en 1996

El padre Llanos ayudó a que el barrio adquiriera su propia personalidad: vecinos peleones, luchadores, que exigían a base de manifestaciones y protestas lo que otros residentes de la capital tenían desde el principio: alcantarillas, calles asfaltadas, casas decentes. Poco a poco, el perfil del barrio fue cambiando: las chabolas dejaron de existir. Se construyeron plazas, bloques de pisos, colegios, un centro cívico y carreteras que enlazan con otras partes de la ciudad. Y el Pozo del Tío Raimundo, que con otros barrios de Entrevías agrupa ya a más de 30.000 personas, entró a formar parte del distrito de Vallecas.

"Ahora mismo, el Pozo del Tío Raimundo es un barrio obrero más de Madrid, con los mismos problemas que cualquier otro barrio obrero: la carestía de la vivienda, la falta de expectativas para los jóvenes etc", explica Juan Barranco, ex alcalde de Madrid y candidato al Senado por el PSOE.

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Además de los nuevos pisos y de la desaparición de las chabolas y las casas bajas, el barrio ha vivido en los últimos años una auténtica revolución urbanística: la construcción de Madrid Sur, una nueva barriada reúne a decenas de miles de personas, o la de la autovía M-45, el tercer anillo que rodea la capital, ya pasa cerca del barrio.

Sin embargo, a pesar de los cambios, y como recuerda Barranco, el Pozo del Tío Raimundo sigue habitado por "gente de clase obrera, jóvenes e inmigrantes". En las casas situadas cerca del apeadero del Pozo del Tío Raimundo viven camareros, panaderos, empleados del Ayuntamiento, jardineros.... También muchas personas de etnia gitana que han sido realojados en viviendas de protección oficial.

A pesar del paso de los años, el barrio no ha perdido su garra reivindicativa: llevan 30 años reclamando al Ayuntamiento que cubra las vías del tren, precisamente la línea de cercanías que ayer sirvió a los terroristas para colocar sus mochilas bomba. El Ayuntamiento se lo ha prometido en parte: soterrará sólo 500 de los 3.300 metros de vías que parten en dos el barrio (de ahí otro de los nombres de la zona: Entrevías).

Cerca del Pozo estuvo localizado uno de los hipermercados de la droga más dañinos de la capital: la Celsa.Los vecinos también pidieron a las autoridades su desmantelamiento. Éste sólo llegó en 1999, tras varios años de protesta.

En 1994, miles de personas se congregaron en la Plaza Del Centro Cívico para homenajear al Padre Llanos. El por entonces presidente de la asociación de vecinos reclamó a la Comunidad de Madrid algo que los residentes de la zona venían pidiendo desde los años cincuenta: que el tren parase allí.

Y ocurrió: el 2 de octubre de 1996, se inauguraba el flamante apeadero del tren de cercanías del pozo del Tío Raimundo. Muchos de los vecinos celebraron entonces que sólo iban a tardar a partir de ese día 10 minutos en llegar a Atocha. Algunos de ellos, los más viejos, recordaban cuando empleaban una hora.

Esa misma estación, enclavado en el corazón de uno de los barrios con más personalidad de Madrid, fue el que ayer saltó por los aires de dos bombazos.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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