Una legión de psicólogos y psiquiatras
200 profesionales de salud mental, servicios de emergencia y sacerdotes acudieron a Ifema
A unos 50 metros del tanatorio improvisado del pabellón 6 de los recintos feriales de Madrid (IFEMA), los familiares y amigos de posibles víctimas mortales eran recibidos por una legión de equipos de salud mental y personal de todos los servicios de urgencia. Antes de la una del mediodía, la sala de reuniones del pabellón 7 ya estaba acondicionada para recibir a aquellos que, con casi toda probabilidad, debían enfrentarse a la muerte de un ser querido.
En la sala, esperaban a los familiares una veintena de mesas cubiertas con manteles azules, entre siete y ocho sillas alrededor, con dos ceniceros y un rollo de papel higiénico en el centro. Poco a poco, se fue llenando de gente que no estaba identificada ni como médico ni como voluntario. Eran aquellos que ya habían pasado antes por todos los hospitales y habían escrutado todas las listas de heridos sin encontrar a sus familiares.
En un rincón se sentaba Josefina Plasencia, de 37 años. Ella y su hermana, de origen dominicano y nacionalizadas españolas, trabajan en el servicio doméstico en una casa de Paseo de la Habana. "Todos los días vamos en autobús de Villaverde a Atocha, y de ahí cogemos el tren que va a Nuevos Ministerios", explicaba con enorme entereza.
Esta mujer menuda, vestida con un jersey rojo y un pantalón de chándal azul, contaba que ayer por la mañana su hermana Marta "cogió el tren porque llegaba tarde". Viajaba con su cuñado. Fue éste quién le contó lo sucedido a Josefina. "Al llegar a Atocha, se separaron. Él iba a coger otro tren para Vallecas, y ella el de Nuevos Ministerios. Ése era el que explotó. Mi cuñado oyó la detonación desde su tren".
Josefina llegó ayer poco antes de las tres de la tarde a IFEMA, después de recorrer todos los hospitales de Madrid sin hallar rastro de su hermana. "Ella estaba en ese tren, estoy segura", decía ayer. A las seis de la tarde los psicólogos que la atendieron aún no podían decirle nada.
Varios de los servicios de Salud Mental de distritos cercanos (Hortaleza y Barajas) y de Leganés fueron movilizados. IFEMA se llenó de psicólogos y psiquiatras, identificados con una pegatina blanca escrita improvisadamente a mano. En los hospitales sólo quedó un retén mínimo para las urgencias, y todas las consultas fueron canceladas. Se sumaron incluso psicólogos voluntarios que asistían a una feria sobre educación dentro del recinto. El gigantesco equipo estuvo bajo la coordinación de Manuel Desviat, director del Instituto Psiquiátrico José Germain, quién calculó el dispositivo en "más de 200 personas". Anoche estaba previsto que fuera relevado por "otros 150 profesionales", informó Desviat.
Junto a ellos, recibía a los familiares personal del Samur, del 061, de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid, Bomberos y voluntarios. Además, entre 30 y 40 sacerdotes esperaban también mezclados entre los servicios de emergencia. "Fuimos avisados esta mañana por el Obispado", comentaba el sacerdote Tomás Martín. "Venimos a dar consuelo y afecto", decía sobre las seis de la tarde, cuando ya algunos familiares empezaban a recibir la peor noticia posible.
El protocolo que debían seguir los psicólogos y psiquiatras con los familiares consistía en recibirlos, informarlos y acompañarlos a identificar los cadáveres. "Lo primero que se les dice es 'tranquilos, todavía no sabemos nada'. Se trata de transmitir calma", explicaba ayer el psiquiatra Antonio Naf. Después, debían tomar los datos de la persona supuestamente fallecida, cualquier cosa que sirva para cotejar con los cadáveres.
Después, estos mismos profesionales debían informar a aquellos cuyos familiares estuvieran entre los fallecidos. "Eso no lo hacemos en esta sala", explicaba el psiquiatra Carlos de Rodrigo, "sino en una habitación aparte, para que no haya escenas de tragedia en una sala llena de familiares que esperan noticias". Todas las pequeñas salas de conferencias que rodean los pisos superiores de los pabellones de IFEMA fueron habilitadas para este cometido.
El trabajo no terminó ahí. Una vez comunicado a la familia, "nos fijamos en las personas menos vulnerables, las que permanecen más enteras", explicaba otro psicólogo. "Es con ésas con las que luego bajaremos a reconocer los cadáveres". Un psicólogo se quedaba con el resto de la familia. "Es parte de nuestra labor convencer a los más vulnerables de que no bajen a ver a sus familiares".
El protocolo continúa después de la identificación de los cadáveres, informa Emilio de Benito. El presidente del Colegio de Psicólogos de Madrid, Fernando Chacón, explica que "entonces comienza el duelo". "Hay que facilitar la expresión de las emociones, y prevenir efectos psicológicos" como el malestar "por no haberse despedido", añade.
La labor de los profesionales de salud mental, sin embargo, consistió durante horas en proporcionar la filiación de las personas desaparecidas a las dotaciones de Policía Judicial instaladas en el lugar, que la necesitaban para identificar los cadáveres. A veces, eran los familiares los que informaban a la policía, ante la dificultad de identificar a algunas de las víctimas. El estado de algunos de los cadáveres hizo también que un equipo de forenses israelíes estuviera ayer preparado para trasladarse a Madrid para ayudar a identificar los cuerpos, a petición de los equipos españoles.
"Creo que aquello [el tanatorio del pabellón 6] es horrible, hay brazos, trozos de cuerpos, de todo. Yo misma no sé cómo voy aguantar para poder acompañar a alguien y darle serenidad", decía una psicóloga. Algunos de los profesionales confesaban haber echado mano de tranquilizantes para afrontar su labor.
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