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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Santa Eugenia

Los pasajeros de Santa Eugenia sortearon a los muertos para atender a los vivos

La explosión en ese barrio del distrito de Villa de Vallecas causa al menos 16 muertos

F. Javier Barroso

La estación de Renfe del barrio de Santa Eugenia, en el distrito madrileño de Villa de Vallecas, se convirtió ayer en una trampa mortal para cerca de una veintena de personas. Los terroristas colocaron una mochila cargada con unos 10 kilos de explosivos titadyne reforzados con otra clase de dinamita, lo que hizo volar por los aires uno de los vagones centrales del convoy. Escenas de dolor, angustia y mucha impotencia se vivieron durante las horas siguientes.

El reloj marcaba las 7.45 de la mañana, cuando un tren de cercanías de la línea C-2 (Alcalá de Henares-Atocha) entraba en la estación de Santa Eugenia, un barrio situado en el kilómetro 9 de la autopista de Valencia, construido a finales de los años sesenta. En él viven unos 35.000 habitantes, en su mayoría gente trabajadora de clase media.

"Parecía que se iba a venir el mundo encima, porque nadie sabía lo que acababa de pasar"
"Muchas víctimas estaban descuartizadas. Algunos tenían clavados los hierros del vagón"
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No había llegado a detenerse en el andén cuando explotó una bomba que iba dentro de una mochila. Los terroristas la habían colocado en el medio del tercero de los seis vagones de que estaba compuesto el convoy. "La explosión fue fortísima. No sabíamos ni de dónde venía cuando hemos visto una densa columna de humo", señaló Manuel Rodríguez, que iba en los vagones de cabeza.

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A partir de ahí se vivieron momentos de histeria. Una densa columna de humo impidió ver en un primer momento lo que ocurría. En el amasijo de hierros en que quedó convertido el convoy, se amontonaban unos 15 cadáveres. "Estaban todos ennegrecidos por la explosión. Los viajeros supervivientes estaban llenos de sangre y pegaban chillidos de dolor por lo que estaba sufriendo", añadió Manuel Rodríguez.

La escena era especialmente dura. "Sentimos un golpe muy fuerte y las luces se apagaron. En un primer momento el desconcierto era la tónica dominante en el vagón en el que iba yo", señaló Antonio Villacañas, uno de los viajeros de tren. "Cuando logramos abrir las puertas, vimos cadáveres por todos los lados. Algunos estaban sobre las vías", señaló Villacañas.

La fuerza de la explosión abrió un enorme boquete en el vagón, en especial en la parte contraria al andén de subida y bajada. Muchas piezas del tren llegaron a la plataforma contraria. "Uno de los cadáveres estaba colgando de la puerta, junto al hueco que queda con el andén. No pudimos hacer nada por él", explicó otro pasajero.

A Rocío García, una estudiante de Magisterio de 18 años, le cogió la explosión justo debajo del subterráneo de la estación que comunica los andenes. La brutalidad de la explosión le hizo pensar que habían chocado dos trenes: "Parecía que se te iba a venir el mundo encima porque nadie sabía lo que acababa de pasar". Cuando salió a la superficie, donde le cayó una lluvia de objetos procedentes del tren y causados por la onda expansiva comenzó a entender la catástrofe. "Cuando entramos en el vagón, pudimos ver a muchos chavales jóvenes que estaban sangrando por la cabeza y por los oídos. Estaba todos manchados y con la ropa desgarrada. Tuvimos que ir esquivando a los muertos para poder ayudar a los que estaban vivos", señaló Rocío García.

La explosión despertó a todos los vecinos de los inmuebles cercanos. Algunos de ellos bajaron a auxiliar a los heridos antes de que llegara la policía y los servicios sanitarios. Fue el caso de María del Pilar Galán, una auxiliar de enfermería: "Hemos visto a la gente correr. Muchas víctimas estaban descuartizadas. Algunos de ellos tenían clavados en sus cuerpos los hierros del vagón y de los asientos". Galán comenzó a tomar el pulso a los heridos y muchos de ellos ya no lo tenían. Habían fallecido. "Lo que más me ha impresionado es, cuando un policía ha tapado con una cazadora a un viajero con pinta de mayor que había quedado entre los dos vagones. Era como lo que se ve en las películas, pero en este caso era muy real", concluyó la auxiliar de clínica.

Los primeros en acudir fueron una UVI móvil del servicio municipal de ambulancias Samur-Protección Civil y un coche patrulla del Cuerpo Nacional de Policía. Dada la gravedad de los hechos solicitaron más ayuda por radio. Mientras, decenas de voluntarios entre los pasajeros que estaban en el andén y resultaron ilesos, los trabajadores de la cafetería de la estación y vecinos de la zona comenzaron a rescatar a los heridos y a los fallecidos.

"Nos han parado a la entrada de la estación y, cuando hemos ido andando hasta el andén, nos hemos dado cuenta de la brutalidad de la explosión", comentó Eloy Purroy, pasajero de un tren que llegaba a Santa Eugenia en sentido contrario.

El Samur montó un hospital de campaña en las afueras de la estación, donde se atendía a todos los heridos. Numerosas ambulancias comenzaron a llegar por la autovía de Valencia (A-3) para trasladar a los heridos a los diferentes hospitales de la capital y de los municipios limítrofes. Muchos de estos vehículos llegaban escoltados por coches camuflados de la Guardia Civil de Tráfico que les abría paso en el tremendo atasco que se formó a la salida de Madrid por la A-3. El Samur atendió a 25 heridos, cinco de los cuales estaban muy graves.

Fuera del cordón policial se vivieron momentos de gran dramatismo. A las proximidades de la estación de Santa Eugenia llegaron familiares al borde de la histeria que preguntaban por las víctimas. Los antidisturbios que acordonaban la zona se vieron impotentes y sólo pudieron calmar a los recién llegados.

Vecinos de la zona explicaron que la policía había rastreado los alrededores de la estación y los coches allí aparcados durante los últimos días, y que también había comprobado algunas matrículas.

Un empleado del Ayuntamiento de Madrid se lleva la mano a la cabeza ante el vagón que sufrió el atentado en la estación de Santa Eugenia.
Un empleado del Ayuntamiento de Madrid se lleva la mano a la cabeza ante el vagón que sufrió el atentado en la estación de Santa Eugenia.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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