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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Estación del Pozo del Tío Raimundo

"Decían que la gente no sufrió, que la muerte fue instantánea"

Una voluntaria relata el horror de los primeros minutos

Paqui Fernández estaba llegando ayer a su trabajo cuando escuchó la noticia del atentado en El Pozo. Como es enfermera en una residencia pública de la tercera edad, a cinco minutos andando desde la estación, no lo dudó un momento y se fue para ayudar en lo que pudiera. Durante las siguientes horas, se dedicó a calmar a los heridos que llegaban al Instituto Madrid Sur, situado junto a la estación. Les dio agua y comprimidos tranquilizantes, pero sobre todo escuchó el relato del drama que acababan de vivir.

Paqui estuvo también en los andenes, donde la confusión era tremenda. "Policía, bomberos y sanitarios estaban muy tensos. Los bomberos repartieron guantes a todos los voluntarios y nos pusimos a trabajar".

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Un crío lloraba entre los hierros

Un triste consuelo fue lo que los médicos vieron dentro del tren: "Decían que la gente no sufrió. El estado de la mayoría de los cadáveres mostraba que la muerte fue instantánea".

Las escenas eran "horrorosas". Una de ellas da idea de la potencia brutal de las bombas de los asesinos. "Arriba, sobre la marquesina rota del apeadero, había un cuerpo que no habíamos visto al principio". Paqui y los otros voluntarios, "jóvenes en su mayoría, igual que muchos de los muertos de los vagones", contaron 65 muertos en su inspección del convoy. Era mediodía.

El balance subió poco más tarde, cuando el trabajo de los bomberos al extraer los cuerpos de entre los restos del tren iba revelando la magnitud del drama. Poco después de la una de la tarde, un portavoz oficial confirmaba que el recuento inicial de bajas en el apeadero (18 muertos, a primera hora de la mañana) era erróneo. 67 personas habían sido asesinadas en El Pozo. Eran 41 hombres y 26 mujeres.

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Paqui cuenta que también se escuchaba el sonido de los móviles tirados en los vagones. "No paraban de sonar. Los familiares de los muertos que llamaban... era impresionante. Todo estaba lleno de bolsos, ropa y papeles", continuaba Paqui, describiendo el horror del tren.

Paqui se fue rápidamente hacia la glorieta de Atocha cuando todos los heridos habían sido trasladados a los hospitales. Tenía que atender a su marido. Sufría una crisis de ansiedad porque otro atentado se había producido cerca de donde él estaba.

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