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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Estación de Atocha

"En 10 metros no había ningún cuerpo completo"

Ricardo Larraínzar participó en las primeras tareas de auxilio

Ricardo Larraínzar, médico traumatólogo en el 12 de Octubre que vive en la calle Téllez, a muy pocos metros del lugar donde se produjeron las explosiones en el tren de cercanías 192- M que entraba en la estación de Atocha, fue testigo directo del horror: "Escuchamos una pequeña explosión y luego, poco después, dos mucho más fuertes. Bajé a la vía y entré en uno de los vagones. Estaba reventado de dentro afuera, es decir, que la bomba estaba colocada en el interior del tren".

El espectáculo que vio fue terrible: "En 10 metros a la redonda no había ningún cuerpo humano completo. Sólo restos. Las personas vivas estaban a unos 15 metros de donde yo calculo que había sido colocado el artefacto".

Como médico, Ricardo Larraínzar colaboró en las primeras tareas de auxilio. "Una mujer falleció cuando la evacuábamos. He tratado de organizar lo que me parecía prioritario: evacuar a los heridos hasta que se instalara un hospital de campaña. Allí iniciamos los primeros auxilios".

Un familiar de este médico, que vive en este mismo bloque y de profesión abogado, explicó que a las 07.40 horas, mientras hacía bicicleta estática en su casa, con la ventana abierta, escuchó dos explosiones enormes: "Inmediatamente la habitación se llenó de humo". Entonces se dirigió a la puerta de su domicilio y la abrió. En las escaleras la situación era de normalidad hasta que en pocos segundos numerosos vecinos se arremolinaron y bajaron a la calle entre gritos de pánico y angustia.

Según su testimonio, muchos vecinos de esta urbanización acudieron hasta el tren con mantas y agua. El acceso se vió dificultado por una tapia de cemento de aproximadamente metro y medio, construida para impedir el acceso a las vías, pero esto precisamente se convirtió en un serio obstáculo, primero para los vecinos y más tarde para los equipos sanitarios y de rescate. Cuando llegó frente al tren comprobó que los dos últimos vagones eran los más afectados por el atentado.

Este testigo asegura que lo más sobrecogedor eran los gritos de "¡vecinos, vecinos, ayudadnos!", dirigidos a los moradores de los edificios situados frente a las vías del tren.

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