El Depor se pasea por las ruinas de 'la Juve'
Un gol de Pandiani a los 12 minutos resuelve un choque insólitamente sencillo ante un rival en coma
El Deportivo iba a Turín a medirse a un adversario temible, el campeón de Italia, el subcampeón de Europa, el equipo que la temporada anterior echó a todo el fútbol español de la gran competición continental, pero lo único que halló el cuadro gallego fue un paisaje en ruinas. Con un pelotón de bajas, una defensa envejecida y, para colmo, la lesión del Del Piero nada más comenzar el partido, el Juventus no fue más que un espantajo, un desastre conmovedor por toda la grandeza histórica que lleva inscrita en su nombre y que anoche, ante su propio público, quedó empequeñecida hasta la ridiculez. Esta Juve escuálida, a una distancia sideral del equipo vigoroso y rotundo que hace apenas unos meses arrasó la galaxia del Madrid, hasta fue capaz de protagonizar lo nunca visto en un equipo italiano. Dos semanas atrás, en Riazor, había concedido el triunfo al Depor en un tremendo fallo defensivo. El obsequio se repitió anoche a los 12 minutos de iniciarse el choque. Y a partir de ese momento, puede decirse que ya no hubo partido.
JUVENTUS 0 - DEPORTIVO 1
Juventus: Buffon, Thuram, Ferrara, Montero, Appiah; Legrottaglie (Pessotto, m. 46), Tacchinardi; Camoranesi (Chiumiento, m. 70), Nedved; Del Piero (Miccoli, m. 8); y Di Vaio.
Deportivo: Molina; Scaloni, Andrade, Naybet, Capdevila; Mauro Silva, Sergio; Víctor, Valerón (Duscher, m. 76), Luque (Fran, m. 61); y pandiani (Tristán, m. 81).
Gol: 0-1. M. 12. Fallo de Montero, que despeja en el área mal un larguísimo centro del portero del Deportivo, Molina, y Pandiani, entre el propio Montero y Ferrara, se aprovecha para empalmar a la red.
Árbitro: Lubos Michel (Eslovaquia). Amonestó a Tacchinardi, Ferrara, Mauro Silva, Víctor (no podrá jugar el próximo encuentro) y Montero.
Unos 46.000 espectadores en Delle Alpi.
Ni en sus más eufóricos delirios podía esperar el Deportivo un vendaval a favor como el que se desató en Delle Alpi desde el inicio mismo del choque. El Juventus había sacado una alineación cosida con alfileres, cuyo rasgo más elocuente era un centro del campo poblado por un defensa, Legrottaglie, una especie de bestia negra para la propia afición turinesa, y ese monumento a la tosquedad futbolística apellidado Tacchinardi. Pero las penurias del cuadro de Marcello Lippi aún no se habían acabado, porque iban sólo siete minutos cuando Del Piero se retiró con el tobillo hecho papilla. Una aprensión evidente se apoderó de todo el estadio. Y el Depor apenas tuvo que hacer nada para cobrar sus réditos de inmediato. Le bastó un pelotazo de Molina y la puntería de Pandiani. Lo demás lo puso la Juve de su parte. O, para ser más concretos, Montero, un uruguayo que durante una época pasó por ser uno de los mejores centrales del mundo y que ahora parece listo para el exilio dorado en algún emirato podrido de petrodólares. Molina sacó de portería con la potencia habitual en él. El proyectil alcanzó el área y ahí entró en escena Montero. Primero midió mal la trayectoria de la pelota. Y cuando intentó arreglarlo, lo único que logró fue hacer un soberano sombrerazo a su compañero Ferrara. La gentileza dejó la pelota a los pies de Pandiani, quien remató con la furia de costumbre y a la escuadra.
Y eso fue todo. De ahí hasta el final apenas se vio más que un asombrosamente cómodo paseo del Deportivo, que no tuvo más que jugar al trotecillo para llevarse aquella batalla que en la víspera se adivinaba repleta de desasosiego y que a la hora de la verdad resultó uno de los más sencillos trámites que se haya encontrado el conjunto de Irureta en toda su trayectoria europea. El Depor no hizo sangre. No se sabe si por pura compasión de su rival o porque se atuvo en exceso a la cartilla que traía del vestuario, rellena de cautelas y advertencias. El Depor prefirió las comodidades y agotó la noche retozando por Delle Alpi en un partido que, por momentos, recordó a uno de esos duelos de Copa ante cualquier rival de Segunda B. Si el árbitro hubiese decidido poner fin a aquella absurda prolongación de un trámite que quedó resuelto en 12 minutos, el fútbol se lo agradecería. Y hasta el público de Delle Alpi, que asistió al triste espectáculo de contemplar cómo se aventaban las cenizas de su orgulloso equipo sin saber muy bien cómo reaccionar. Una parte de la grada no cejó en los gritos de ánimo, ni siquiera cuando el panorama resultaba más patético. Otros la emprendieron contra jugadores como Legrottaglie y Camoranesi. Ante el extremo conformismo del Depor, los italianos pudieron soñar en algún momento con un gol que al menos le permitiese recuperar las constantes vitales. Miccoli falló un remate a bocajarro al borde del descanso, y Appiah envió un balón al palo, ya mediada la segunda parte. Pero no fueron más que tímidas sacudidas en una función sin el menor sentido. El estado de coma de la Juve quedó de manifiesto en el tristísimo partido de Nedved, un espectro de sí mismo, apenas un vago recuerdo del jugador que hace tres meses recibió el Balón de Oro. Por ese paisaje desolador se paseó el Depor, plácido y respetuoso con la calamidad ajena, para lograr la clasificación para cuartos más sencilla que se recuerda.
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