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ELECCIONES 2004
Columna
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Sin arrollar

Spain is different fue el hallazgo publicitario del ministro franquista Manuel Fraga para la promoción del turismo que llenó las playas españolas de bikinis en los sesenta. Cuarenta años después, en la primera página del International Herald Tribune, John Vinocur indaga sobre otra diferencia notoria, la que dejaría sin penalizar en las urnas del domingo el entreguismo del PP de Aznar a la guerra de Bush en Irak. Una guerra argumentada sobre mentiras puestas al descubierto en torno al invento de las armas de destrucción masiva del tirano Sadam Husein y a las inexistentes conexiones de su odioso régimen con el terrorismo internacional de Al Qaeda. Señala irónico Vinocur que mientras José Luis Rodríguez Zapatero pone sus esperanzas en John F. Kerry se desconoce pronunciamiento alguno del candidato demócrata sobre el líder del PSOE. Pero sin duda todo se andaría si llegara el caso.

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Porque el domingo o mejor la madrugada del lunes, cuando concluya el recuento de las papeletas de voto -mediante sistemas de avanzada tecnología que bien podríamos exportar a los Estados Unidos-, se aclarará si estamos de nuevo ante una excepción española, si volvemos a ser la reserva de Occidente como cuando entonces, si la invasión de Irak pasa alguna factura. Por ahora, los efectos de las mentiras y engaños de los Gobiernos de Washington y de Londres sobre la popularidad de Bush y Blair han sido fulminantes, mientras que aquí se tiende a pensar por algunos analistas que seguirían siendo inapreciables. El inquilino saliente de la Moncloa se ha escudado en la mayoría parlamentaria para eludir cualquier explicación. Aznar alega que para unirse al lanzamiento del ultimátum de las Azores se basó en los servicios de inteligencia extranjeros y se niega a reconocer que los españoles hicieron una evaluación contraria.

Sabemos que en política el lema de nobleza obliga que campeaba en el frontispicio del Antiguo Régimen parece desplazado por el de errores obligan. Por eso, lo peor de algunas equivocaciones es cuando sus autores se sienten comprometidos a mantenerlos de manera obtusa, sin atender de modo empírico al principio de que nuevos datos deben llevar a nuevas conclusiones. Esa terquedad les hace sentirse prisioneros del pasado y les induce a reescribir continuamente la historia para acabar concluyendo que entonces tuvieron razón y que por eso ahora también la tienen.

Estos sujetos se apartan además de la sabiduría del poeta, para quien "lo peor es creer que se tiene razón por haberla tenido" y además en absoluto sienten la necesidad de acompañamiento alguno. Entran en la pendiente del fanatismo con pérdida del sentido de la realidad, al que alude Proust cuando señala cómo "hay convicciones que crean evidencias". Desde luego, nadie hubiera pretendido distraer a los candidatos de sus campañas, pero el domingo en la sesión pública de la Real Academia donde fue recibido como individuo de número Carlos Castilla del Pino aprendimos lo que cada día experimentamos en los informativos de TVE. Es decir, cómo se quieren determinar nuestras convicciones, las que expresaremos en las urnas, más por imágenes que por proposiciones. Por eso, frente a los intentos perversos de someternos a "la asimilación tergiversadora" sólo queda el empleo en legítima defensa de "la clarificación sancionadora".

En su día advertimos aquí sobre la insoportable "ingravidez de Aznar", la situación en la que quedaría una vez confirmada su renuncia a ser de nuevo candidato, sin necesidad de condicionar su futuro inmediato al buen parecer de los electores. Ahora lo estamos viendo en su campaña paralela, que viene a ser una suma continuada de desatinos como los proferidos en Sevilla el domingo donde ha puesto el asesinato de Jiménez Becerril y de su esposa en la cuenta de Carod Rovira. El campo no está para ferias y el público de a pie tampoco para secundar las peticiones de Rajoy de "una mayoría arrolladora". La imagen del rodillo, de la apisonadora, que bordaba el portadista del Abc de Anson retrae a quienes rechazan la fórmula de más de lo mismo. ¿Brotará el respeto mutuo en la mañana del día 15?

José María Aznar, en un mitin en Sevilla el pasado domingo.
José María Aznar, en un mitin en Sevilla el pasado domingo.EFE

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