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ELECCIONES 2004 | Impresiones de campaña
Columna
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La vida sigue igual

Miquel Alberola

El hecho de que el sábado coincidieran en Valencia José Luis Rodríguez Zapatero y Josep Lluís Carod Rovira no fue desaprovechado por todos aquellos que le podían sacar algo más que punta a esta circunstancia que hacía carne el verbo del argumentario del PP. La ocasión la pintaron calva, y ahí estuvo Eduardo Zaplana, como el primero, mientras salvaba la agricultura entre Catarroja y Sueca, removiendo el caldo cansino del peligro catalán, con el que tanto se ha nutrido a la derecha valenciana desde que murió el difunto. Zaplana puso los micrófonos incandescentes, y a esa carta de naturaleza revestida de oficialidad le añadieron el ruido por la tarde la organización ultra España 2000 y los herederos del GAV, Nou Valencianisme, en una comunión de intenciones que reactualizaba la asociación de intereses que el anticatalanismo tuvo en sus orígenes.

La berrea protagonizada por estos grupos a las puertas del Palau de Congressos de Valencia, que es donde Carod Rovira reafirmó su mesianismo con un discurso más plagado de consignas que de propuestas, fue un pasaje gratis a la transición, también con una policía muy condescendiente con los soliviantados, que desarrollaron al máximo su coreografía cafre lanzando a la concurrencia huevos rellenos de titanlux e insultos no menos coloristas. Y por si faltaba algo en ese desbarajuste, Zaplana incorporó enseguida la furgoneta con los 500 kilos de explosivos interceptada por la Guardia Civil ayer en Cañaveras (Cuenca) con la que ETA pretendía celebrar su acto central de campaña en Madrid.

De cualquier modo, la vida sigue igual, como proclamó en Benidorm Julio Iglesias, el que sería embajador de la Comunidad Valenciana treinta años más tarde por mil millones de las antiguas pesetas, en aquel memorable 17 de julio de 1968 con la Sirenita de Oro en el bolsillo del traje de terciopelo que le cortó para la ocasión el sastre Antonio Puebla como si se tratase de una epifanía. Aunque acordarse de eso, y de que las dos terceras partes de esa minuta se le escondieron y negaron a las Cortes Valencianas, sólo es propio de "infelices" con un cuadro clínico de "patologías", "celos", "rencor" y "pasado", como diagnosticó ayer el doctor Zaplana.

Por lo demás, también ayer la candidata socialista Carmen Alborch, tras la resaca del apoteosis del acto central del PSOE, recuperó su soledad habitual en la campaña y acudió a Alginet casi sin ningún arropamiento del PSPV al partido de fútbol de la selección nacional femenina contra Bélgica. Alborch saca el córner y también tiene que rematarlo. Por cierto, ¿dónde estuvo ayer el PSPV?

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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