Viñetas electorales
Un día, ya lejano, les cerraron la escuelita rural, y ellos se largaron donde la escuela con muchos niños y donde el trabajo no dependía de las inclemencias del tiempo: se despoblaron las masías y se abandonó masivamente nuestro secano. No se llevó el desarrollo y el progreso a la población dispersa que habitaba y cuidaba el campo, pero se les suprimió la escuelita, que con tanto ahínco y convicción -llevar la cultura al último rincón de la vieja piel de toro- se construyó y organizó unas décadas antes. Existen sabrosos estudios al respecto, como los de Ximo Escrig en torno a las masías de L'Alcalaten. Aunque la historia no terminó con las masías abandonadas y el desplome de los bancales de piedra seca que paliaron la erosión durante decenas de generaciones. Ahora, por imperativo legal de la Logse que la Loce de la calidad no acaba de solucionar, los alumnos de muchos de nuestros pueblos han de acudir diariamente al pueblo cercano, y lejano a un tiempo debido a las comunicaciones, a partir de los doce años. La ESO la enseñanza secundaria obligatoria de la Logse, manda, dicen. Y en el pueblo vecino hay un centro de ESO y más calidad de la enseñanza, dicen. Claro que los vecinos soberanos, y no están solos, pueden tener una visión muy distinta de tanta calidad educativa y tanto transporte innecesario por tortuosas carreteras. Los de Llucena se han echado a la calle para que su muchachada permanezca en el pueblo. Antes se habían echado los de Atzeneta, y algo consiguieron. Hasta en las extremaduras de Rodríguez Ibarra hubo o hay problemas en este sentido. La viñeta carece de color político de índole partidista o electoral. Es un problema social, bien mirado, de paulatino despoblamiento, porque detrás de la escuela se van los padres y se abandona el pueblo. No cayeron en el caso los teorizantes formuladores de la Logse que, siempre sobre el papel y no sobre la realidad, hablaban del logro social y el progreso que suponía la ley. El tema de la viñeta, por importante que sea, no interesa estos días ni a los romanos de derechas ni a los cartagineses de izquierdas: a unos y otros les atrae la frase vocinglera y lapidaria más que un debate o reflexión sustanciosa.
Y es que las viñetas preelectorales o de campaña, las que interesan, tienen casi siempre un encuadrado humorístico con pinceladas agresivas. En ese secano rural en peligro, y apenas suenan los clarines del inicio de campaña electoral en las comarcas valencianas norteñas, el omnipresente y provincial hombre del PP, Carlos Fabra, con plural mayestático lamenta en su mitin o prédica que "el enemigo, una vez más, viene a por nosotros, y quieren crucificarnos". Como si no supiese que ya hace muchos siglos que no se crucifica a nadie, que eso es cosa de la viñeta de Ben-Hur, que en democracia no existen enemigos sino adversarios, que los adversarios y también los no adversarios lo que quieren es transparencia y claridad en el ejercicio del poder, incluso en el ejercicio del poder que desempeñe un conservador provincianista que tacha de radicales y ensucia-paredes a quienes se oponen a muchos de sus proyectos desarrollistas. Y se indigna, este adalid de los desarrollistas, en la viñeta de su mitin en el secano, y se indigna, hay que repetirlo, porque Madrid sólo se fija en Castellón motivado por el caso Fabra... Mientras ese secano se moviliza por donde Llucena, patria de los ancestros decimonónicos de Fabra, para que la muchachada local no abandone el pueblo.
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