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Crítica:POP | Josh Rouse
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El chico de ayer

En el universo de los nuevos geniecillos de la canción estadounidense habrá que incluir con urgencia el nombre de este muchacho de Nebraska que graba en Nashville y ha titulado su más reciente entrega con el año en que nació, 1972. Si Ryan Adams encarna el perfil jactancioso de un tipo con talento, Rouse es la viva estampa del muchacho frágil al que las ideas -casi todas brillantes- se le amontonan en la cabeza.

Con la sola compañía de Daniel Tashian, hijo del que fuera líder de Barry & The Remains, Josh desgranó por el mismo orden que en el disco las 10 pequeñas (y no tan pequeñas) joyas que pueblan el universo de 1972. El autor de Love vibration, uno de los sencillos más memorables de estos últimos meses, no pudo disimular la sorpresa al comprobar que casi toda la sala conocía al dedillo su repertorio y coreaba los estribillos con deleite. Pero tampoco era de extrañar. 1972 es uno de esos raros álbumes que se enamora de la bandeja del tocadiscos y puede tirarse en ella, ininterrumpidamente, unas cuantas semanas.

Josh Rouse

Josh Rouse (voz y guitarra), Daniel Tashian (guitarra, melódica y segunda voz). El Sol. Madrid, 26 de febrero.

Rouse ha tenido el mérito de reivindicar, con cariño y madurez, una década a la que en demasiadas ocasiones sólo se enjuicia por sus excesos. Sus canciones tienen falsa apariencia de sencillez, pero atesoran el acervo de un artista que, antes de subirse por vez primera a un escenario, consumió toneladas de música. Por todo ello, el cancionero de 1972 conjuga a un tiempo la frescura californiana de Jackson Browne o Fleetwood Mac, la agridulce melancolía de Nick Drake, la negritud de Al Green o Marvin Gaye y hasta el aire juguetón de la primera música disco.

Las crudas versiones a dúo han de omitir el minucioso tratamiento de flautas, vibráfonos o teclados wurlitzer que arropan maravillosamente la grabación, pero el repertorio aguanta en pie con creces. A fin de cuentas, Comeback constituye una lección de melodía contagiosa, Slaveship es un redondo caramelo pop y Under your charms suena pícara y sensual. Pero quizás ninguna alcance la hondísima hermosura sentimental de Flight attendant.

Entre los chicos listos de América, Rouse probablemente se haya colocado ya por encima de trovadores tan meritorios como Mason Jennings o Jesse Harris, el autor del Don't know why de Norah Jones. Pero, además, al comprobar de cerca la calidez de su falseto vocal y ese divertido aire entre humilde y retro, se erige en personaje encantador. Nuestro chico favorito de ayer.

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