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Columna
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Periodismo controlado

Se ha criticado con frecuencia la política sobre medios de comunicación llevada a cabo por Aznar. Sobre todo, los medios públicos. Aznar, en España, y Zaplana, aquí, han intentado conformar un grupo de medios de comunicación adictos. No contentos con el control de los públicos -RNE, TVE, Canal 9, Radio 9- que han puesto a su servicio, Aznar promovió el control de los privados recurriendo a Telefónica para que adquiriese la propiedad de Antena 3 TV y la cadena Onda Cero, mientras Zaplana intentaba, en Valencia, la creación de un grupo mediático adicto, queriendo implicar en la operación a un grupo empresarial francés, accionista de Aguas de Valencia. Operación que resultó fallida. Y es que Aznar y Zaplana no saben vivir en un clima de libertad de expresión, sin el cual no es posible la democracia. Es lo que le pasa a la derecha española que representan. La democracia les molesta. Naturalmente, este dominio de los medios, utilizados pro domo sua, conduce inexorablemente a la sumisión de sus profesionales a las consignas del poder constituido. Sobre todo en los medios públicos, como se está viendo con claridad. Hasta tal punto que, en ocasiones, ese sometimiento llega hasta el extremo de cometer delito. Y han de intervenir los tribunales. Es el caso de Urdaci, director del Informativo 2 de TVE, condenado por manipulación.

Pero se da, también, el caso, en que el condenado resulta ser el mismo político, por su afán en controlar los medios privados y castigar a aquellos que no le son adictos y se permiten la crítica. Es el caso de Zaplana, siendo presidente, que acaba de ser condenado por castigar a dos periódicos -Información de Alicante y Levante de Valencia- negándoles la publicidad institucional destinada a informar al ciudadano sobre cuestiones de su interés y a cuyo conocimiento tiene derecho. Y esto está penalizado por la ley. Son Aznar y Zaplana dos políticos que hablan de democracia, que se reclaman de centro, y Zaplana, además, presume de ser liberal. Liberal de Joaquín Garrigues. ¡Si el pobre Joaquín levantara la cabeza!

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