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Los Oscar regresan al campo de batalla de la alfombra roja

Hollywood recupera el paseo de las estrellas, que en 2003 se suspendió por la guerra de Irak

Elsa Fernández-Santos

Si el año pasado la sombra de la guerra de Irak obligó a cierta sobriedad en las formas y compromiso en el fondo, este año los Oscar pretenden demostrar por qué Hollywood es el reino del glamour. La tradicional alfombra roja, retirada hace un año como gesto de duelo, se ha vuelto a instalar frente al teatro Kodak de Los Ángeles, donde el próximo domingo 29 se celebra la 76º edición de los premios de Hollywood. Con ella regresa el espectacular paseo de estrellas.

Si los premios son importantes, no lo es menos el simbólico desfile (se prolonga durante varias horas) de candidatos e invitados. Mientras el presentador de este año, Billy Cristal, ensaya ya en el interior del teatro, en las casas de moda de Beverly Hills se ha desatado la batalla para vestir a las reinas de la noche.

Adelantar un mes la ceremonia sólo ha logrado complicar el trabajo de los cientos de estilistas que invaden esta semana la ciudad. Lo que se ponga una actriz para la noche de los Oscar es una decisión que implica a decenas de agentes y publicistas. Las grandes casas de moda (ocupadas estos días en sus desfiles del próximo invierno) invierten fortunas en enviar a Los Ángeles equipos enteros para ofrecer sus servicios a las estrellas.

Ofrecer las mejores galas tiene su recompensa: se calcula que las ganancias que genera para una marca la alfombra roja equivale a 25 millones de dólares en publicidad. Por ello, cada vez es más frecuente que detrás de cada vestido, cada zapato y cada joya se escondan contratos millonarios de exclusividad.

Según publica Entertainment Weekly, algunos estilistas han denunciado cómo las exigencias de estrellas empiezan a ser abusivas. "En pocas palabras, cada vez es mayor la tendencia no sólo de vestirse gratis, sino de cobrar por utilizar una marca determinada". Se trata, continúa Entertainment Weekly, de una nueva forma de publicidad, ya que ni la mejor campaña logra los resultados que provoca escuchar en boca de una diva que está "encantada" con su traje de Chanel, Dior, Gucci, Armani, o quien sea. "Es un negocio multimillonario del que cada vez escapan menos".

Pero, según los últimos chascarrillos que publica Variety Life, el último grito de las estrellas no está tan a la vista. Se trata de la llamada "depilación Playboy" y consiste en convertir las partes íntimas de las actrices en corazones, cruces, círculos o fantasías a la carta. Una moda heredada de las actrices porno que el salón Anastasia, de Beverly Hills, ha implantado entre algunas de sus famosas clientas, como Renée Zellweger (candidata a mejor actriz secundaria por Cold mountain) o Jennifer López. Un delicado trabajo que el año pasado no trajo mucha suerte a una candidata (no se sabe quién) que se depiló una O de Oscar. Detalles que, tal y como está la ola de puritanismo en Estados Unidos, sólo se podrán disfrutar en pareja o en alguna de las fiestas privadas que cerrarán el domingo la larga noche de premios.

Este año, los Oscar quieren recuperar brillo y audiencia. Contratar a Billy Cristal (el mejor presentador de los Oscar de los últimos años) es el síntoma más evidente. Cristal, que conducirá la gala por octava vez, ha ganado cuatro premios Emi por sus presentaciones más gloriosas. El protagonista de Cuando Harry encontró a Sally no es sólo el más agudo y políticamente incorrecto de la última generación de presentadores, sino que es, sencillamente, el más divertido. No sería extraño, conociendo su humor y su gusto por el disfraz, que incluso parodie el absurdo escándalo creado en torno al pecho descubierto de Janet Jackson, el incidente de la Super Bowl que ha provocado que los Oscar por primera vez en la historia se emitan con cinco segundos de retraso. Un falso directo que, según sus responsables, no afectará en nada a lo que ocurra dentro del teatro Kodak, ni a lo que digan sus premiados, ni a lo que haga el imprevisible y poco convencional bufo Billy Cristal.

En primer plano, las butacas reservadas para Nicole Kidman, Renée Zellweger y Jude Law en el teatro Kodak.
En primer plano, las butacas reservadas para Nicole Kidman, Renée Zellweger y Jude Law en el teatro Kodak.AP

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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