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VISTO / OÍDO
Columna
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Proyectil humano

Hay personas con problemas de conciencia. Yo mismo, a ciertas horas, me planteo problemas estúpidos, que son los que más convienen al beato, sobre todo al librepensador. Por ejemplo, ¿quién es más culpable, el asesino suicida o el que huye tras el tiro en la nuca? Para un católico es mejor éste, que tiene tiempo de arrepentirse; para un musulmán, el primero, que por su sacrificio va directo al cielo más materialista de tantos como se prometen. Y es más eficaz: hay pocas defensas contra él, y Bush pierde su guerra y con ella la presidencia: a no ser que caigan otras torres y el votante se enardezca. El votante enardecido de Israel mantiene a Sharon en lugar de castigarle por la barbarie, de la que forma parte el muro. En este caso, el suicida palestino es un terrorífico imbécil anegado por dos religiones, la suya y la de la patria. Los destrozos de Israel en las ciudades y los civiles palestinos tienen a su favor que están revestidos de civilización, o sea, de armas sofisticadas ("técnicamente complejas o avanzadas", Academia), que destruyen mejor personas dentro de sus casas derrumbadas. O que construyen un muro peor que el de Berlín: aquél cortaba zonas de ocupación, éste se hace un país que no es suyo. Los beatos de las organizaciones de Europa y de la ONU condenan ese muro: pero se hace. El incumplimiento de las órdenes internacionales no siempre es obligatorio: depende de la clase de amistad que se tenga con el asesino. Y de su religión. El proyectil humano se venga entrando cargado de explosivos en un autobús lleno de seres humanos. Un horror.

(Beato: "Feliz o bienaventurado". Bienaventurado: afortunado. Persona demasiado sencilla o cándida. Con Fray Luis, el que sigue la escondida senda: "Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado". O sea el ateo, el librepensador. Suicida: el librepensador no condena nunca el suicidio: sus razones tendrá el desgraciado. Pero no aprueba que el suicidio sea simultáneo o posterior al asesinato. Eso sí, tiene una tendencia a entender; ésa, probablemente, es su candidez o su sencillez (que nunca son "demasiado", diga lo que diga la Academia); a veces es un castigo a sí mismo por su delito. Entender o comprender no es justificar: es sólo saber por qué).

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