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Aulas

Profesores de La Zubia prueban un método para integrar alumnos con síndrome de Down

Los estudiantes, que trabajan en grupos reducidos, proponen los temas y fijan sus objetivos

Tamara ayuda a Rubén, su compañero con síndrome de Down, a resolver un problema de fracciones. "¿Son iguales todas las piezas?", le pregunta mientras señala con su lápiz un círculo dividido en secciones. Rubén piensa un minuto. Al instante tacha la respuesta correcta sin que ningún profesor tenga que acudir en su ayuda. Esta imagen se repite cada día en las aulas de primero del Instituto de Secundaria Laurel de la Reina, en La Zubia (Granada).

Cuatro de sus profesores quieren que los alumnos con este mal congénito aprendan los contenidos al mismo ritmo que sus compañeros y sin necesidad de especialistas. "Los padres de estos niños pasan miedo cuando sus hijos pasan a la ESO", explica Maribel Moreno, profesora de Inglés y coordinadora del programa. "Muchos profesores los rechazan. Dicen que no son expertos en educación especial, lo que hace que los niños se sientan abandonados e incómodos". 1.688 alumnos con síndrome de Down cursan sus estudios en Andalucía. La mayor parte (1.404), en centros ordinarios preferentemente públicos (1.193). La Consejería de Educación los examina para determinar su grado de discapacidad. "Sólo los gravemente afectados van a centros especiales", explica la delegada de Educación en Granada, Carmen García. "El resto se distribuye entre los ordinarios con la obligación de cursar unas horas a la semana con personal experto".

Con la intención de acabar con su segregación, Moreno -madre de un niño en esta situación- creó hace cuatro años un grupo de trabajo con otros tres profesores para abordar las necesidades específicas de estos alumnos. "Nos dimos cuenta de que las necesidades las tienen todos, no sólo los afectados de síndrome de Down", recuerda la maestra. El resultado es una metodología educativa innovadora en la que se busca la cooperación entre alumnos. Cada tres semanas, los propios estudiantes (afectados o no) deciden un tema genérico a abordar. Los profesores buscan perspectivas para estudiarlo desde sus materias adaptándolo a los contenidos obligatorios.

Esta semana toca hablar de drogas: sus tipos, sus efectos, el consumo entre los jóvenes y las soluciones a su adicción. En Matemáticas, los niños aprenderán las fracciones y los porcentajes para calcular el contenido de nicotina y alquitrán que tiene un cigarrillo. El origen de los estupefacientes, los lugares donde se producen y los síntomas de la adicción, se estudiarán en Ciencias Naturales. En Lengua conocerán las jergas de ese submundo y en Educación Física, el doping y los beneficios del deporte como terapia para la reinserción de toxicómanos.

Los alumnos, divididos en pequeños grupos, discuten y resuelven sus ejercicios en común. Cuando termine el ciclo tendrán que exponer lo que han aprendido del tema propuesto durante las tres semanas que lo han estudiado. El profesorado evalúa según el trabajo personal y en equipo. La actitud (interés, aprovechamiento) de cada uno se valora según objetivos que los propios alumnos se imponen.

¿Y los exámenes? "De vez en cuando pasan pruebas escritas, porque a lo largo de su vida académica se tendrán que enfrentar a muchas", explican los profesores, que en las destinadas a los estudiantes con síndrome, dan más importancia a lo visual. "Las hemos probado con niños sin discapacidad y nos han dicho que eran más difíciles".

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Pero en el claustro reconocen que el nuevo método les ha causado algún quebradero de cabeza. "A ciertos padres no les parecía bien que sus hijos participaran en el proyecto", explica Maribel Moreno. "Pero nos hemos reunido con ellos para explicar nuestro trabajo y las preocupaciones han desaparecido", concluye satisfecha.

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