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VISTO / OÍDO
Columna
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La clonación de España

Tengo poca afición al Estado. Desde que empecé a sentir molestias existenciales descubrí que procedían del Estado. Schopenhauer parecía necesitarlo porque creía que era un bozal para cambiar al hombre carnívoro en herbívoro; llegué a la conclusión de que el carnívoro era el Estado y el herbívoro el hombre. Las autonomías me parecieron una manera de resolver la omnipotencia del Estado español, hasta que advertí que eran una clonación del modelo de Estado español monárquico -aparte del Rey, que no es monárquico porque no tiene el poder de una sola persona-: su hombre fundamental, su equipo de incensarios, su mecanismo de poder y su capacidad de distribuir pobreza y riqueza según su tendencia bautizada en el que ya quedó inscrito en una manera de ser y de pensar, aunque muchos han podido escapar a condición de no ser políticos. Ah, la política: creí en ella, y la trabajé desde la clandestinidad hasta la escritura: ciudadano político soy, puesto que veo la televisión y saco de ella mis conclusiones. La imagen clonada de los jefes produce retortijones. Ellos lo ignoran y piden repeticiones. Viajo mucho, encuentro España bellísima, gente nobilísima, costumbres que tienden al bienestar y un deseo, sobre todo, de que lo suyo no sea ignorado: ni sus escritores o sus pintores ni la carne de olla, cocido o como se le llame. Encuentro una España una, aunque remede a Franco; y la misma incultura que él sembró y que sus seguidores acrecientan: aman la ignorancia. Con todo esto, me escandalizo de que el problema de España está artificialmente situado ahora en los "nacionalismos", que son un desarrollo político de las diferencias insignificantes. Porque lo que me parece significativo es el ser humano, su comida y su guarida, su desarrollo mental, su sexualidad (el amor, claro), sus relaciones entre edades y sexos: en fin, la persona.

La persistencia de las dos Españas, que leo por aquí, sólo la veo como artificial: hay cuarenta millones de Españas. Y en lo que creo es en que sean solidarios: no en que se dividan como enemigos en hombres y mujeres, viejos y niños, vascos y gallegos, del Madrid o del Barcelona, de piso principal o de ático. Igualdad con individualidad.

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