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Crítica:ESPACIOS ORIGINALES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un placer para casi todos los sentidos

Arte, objetos singulares y restaurante con música en directo en un local de Barcelona

Ana Pantaleoni

La princesa Constanza, en compañía de su amiga Lucía, buscaba gangas por los comercios judíos del barrio de la Ribera de Barcelona. Esa misma tarde de 1346 apareció en la playa un joven náufrago genovés. El joven aterrizó en un hostal de la calle de Flassaders. Lucía se enamoró locamente de él. En ese hostal, el Mariam, se veían cada noche, aunque los vecinos sospechaban que el auténtico romance era con la princesa. Este embrollo de época explica el origen del nombre del Café de la Princesa. El edificio, además de hostal, ha sido lavadero público, fábrica de petardos y pensión de camas calientes. En el siglo XXI, las gangas y los objetos singulares se siguen buscando aquí, pero por turistas y barceloneses, en lugar de princesas.

CAFÉ DE LA PRINCESA

Flassaders, 21 (tienda), y Sabateret, 1-3 (para el restaurante). Barcelona. Teléfono 932 68 15 18.

La planta baja del Café de la Princesa es restaurante, galería de arte y comercio. Los ocho socios lo llaman "empresa cultural". "Todos somos muy peculiares; el que no diseña, dirige una empresa", dice Justo Almendros, pintor y escultor, además de socio.

La tienda busca ofrecer artículos que no se encuentran en otros lugares, muchos de ellos producidos por los socios. Por ejemplo, unos salvamanteles de pizarra y mármol sobre madera o una grapadora que en lugar de grapar hace nudos. Venden desde agua aromatizada para la plancha, utensilios de cocina de diseño nórdico, libretas con tapas de algodón que ellos mismos producen en Polonia hasta juguetes traídos de Praga. "Cuando nuestros objetos empiezan a popularizarse o los copian, dejamos de venderlos y buscamos otros más alternativos", advierte Almendros. La "empresa cultural" también vende la colección completa de hombre y mujer de la firma nórdica Sand; prendas femeninas de Julie Sohn, y complementos, como babuchas de Marraquech o bolsos de piel de Colombia.

El Café de la Princesa nació entre dos pequeñas calles de la Ribera, Flassaders y Sabateret. Fue uno de los primeros comercios que apostó por Flassaders, callejuela tan estrecha que hasta los rayos de sol entran de perfil. Hoy ya tiene más de 30 tiendas de diseño. "Fuimos un poco el motor. Vendíamos de todo; nos llamaban el Corte Inglés del barrio", recuerda Sara Guerrero, otra de las socias de la empresa. Los principios no fueron fáciles. Cuando, en mayo de 2000, abrieron el restaurante, sólo cenaban los socios. Ahora, jueves, viernes y sábados conviene reservar. El menú sale por unos 12 euros, y la cena, por los 40. Cada noche hay música en directo. Las cartas son pinturas originales, una obra incompleta que se acaba con el uso de los clientes.

Desde enero abren los domingos y montan comidas familiares con música clásica en directo. "Ofrecemos cocina con productos de mucha calidad. No intervenimos en el menú. Óscar Galindo, el chef, decide siempre lo que quiere hacer", asegura Almendros.

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En las paredes del restaurante se expone obra original de nuevos pintores; porque la tercera arteria del Café de la Princesa es una galería de arte. Las exposiciones cambian aproximadamente cada cinco semanas. Siempre arte contemporáneo vanguardista: pintura, escultura o fotografía.

El grupo de propietarios sigue pensando en nuevas maneras de sorprender al público. Las fotografías que ilustran los escaparates, las tarjetas postales y los folletos de publicidad son diseñados por los propios socios, y los modelos también son ellos, aunque a veces cuesta reconocerlos. Todo para que el Café de la Princesa sea, como en sus orígenes, un enamoramiento a primera vista.

Entrada al Café de la Princesa, en la calle Flassaders de Barcelona.
Entrada al Café de la Princesa, en la calle Flassaders de Barcelona.ANTONIO ESPEJO

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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