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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Chapas espirituales

Que ahora todo es efímero ya lo sabemos. Y también lo sabe Emilia Azcárate (Caracas, 1964), quien en su exposición de Casa de América incluye un conjunto de obras que tras de sus rótulos escuetos e impersonales esconden el propósito muy ambicioso de su autora: encontrar en lo efímero lo eterno. Este programa es evidentemente moderno, baudaleriano para ser precisos, sólo que Emilia Azcárate lo modula acudiendo a una tradición tan ajena a la modernidad como es la del budismo tántrico y en especial a los mandalas, esas piezas maestras del arte tibetano que no por ser consideradas como la representación efectiva del cuerpo iluminado del Buda son menos efímeras. Hacerlas y deshacerlas es un clásico ejercicio de iniciación de los monjes y simultáneamente un camino hacia la liberación de Maya o del Mundo como veladura ilusoria.

EMILIA AZCÁRATE

Casa de América

Paseo de Recoletos, 2, Madrid

Hasta el 14 de marzo

El mandala es una composición circular dispuesta sobre una plataforma y formada básicamente por líneas de arena de diversos colores. Los de Emilia Azcárate, en cambio, no están hechos con arena sino con chapas de botellas de cerveza o de refrescos aplanadas y recortadas en forma de estrellas y dispuestas en líneas ondulantes y a la vez convergentes. De allí que la ortodoxia de sus mandalas, si es que la tienen, sea más conceptual que formal y se manifieste en el hecho de que los suyos al igual que los mandalas tibetanos tienen un centro -que es la esencia- y se inscriben en una circunferencia que figura la captura de la esencia. También podría considerarse ortodoxa la manera como los ha realizado, a pesar de que haya empleado tres años en vez de los tres días que mandan los cánones. Durante ese periodo ella recorrió una decena de ciudades y playas del Caribe y de Suramérica, algunas tan distintas y tan distantes entre sí como Santo Domingo y São Paulo. Al final de este viaje ciertamente iniciático, Emilia contaba no sólo con una impresionante colección de chapas usadas sino con los cambios que habían producido en ella la experiencia de estos viajes.

A esos cambios podría llamárseles iluminación en el sentido budista, por cuanto ha sido resultado del empeño deliberado de apartarse de la opulencia del mundo para concentrarse en lo que tiene de más deleznable. Pero también en el sentido profano, benjaminiano, por cuanto con su obstinada investigación de nuestros desechos Emilia Azcárate ha actuado como decía Walter Benjamin que debían actuar los historiadores. O sea, como traperos.

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