Guantánamo
Si en la historia reciente ha habido un país cuya ciudadanía haya sufrido con los padecimientos de sus prisioneros retenidos en países lejanos, ese país ha sido Estados Unidos. Los años de las guerras de Corea y Vietnam están plagados de dramas y tragedias que han documentado películas, novelas, relatos e historias.
Ése es el motivo por el que sorprende que Estados Unidos, país que sufrió en su historia reciente las violaciones a las que sus prisioneros fueron sometidos, país que se desgañitó solicitando la aplicación de la legalidad vigente, ahora someta a un trato incalificable, inhumano, vejatorio y carente de justificación legal a unas personas, basándose, únicamente, en el poder que le da su fuerza económica y militar.
Pero si ese proceder de la superpotencia estadounidense indigna, hay algo que enerva aún más: la postura de países de los que nadie duda en relación con su posición respecto a la legalidad internacional y que, sin embargo, nada dicen -o muy poco- sobre la sinrazón que se está cometiendo en Guantánamo.
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