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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sin novedad en el PP

Con la aprobación del programa electoral en su Convención Nacional, el PP cumple el último trámite ante las elecciones de marzo sin nada nuevo en sus objetivos, sus planteamientos o su estrategia. Se trata, obviamente, de conservar la mayoría absoluta, porque el partido gobernante sabe perfectamente que, después de una legislatura ejercida desde la arrogancia, en la que ha perdido un aliado tras otro hasta acabar en soledad parlamentaria, le sería muy difícil encontrar socios para una mayoría de gobierno.

La estrategia es conocida: cabalgar a lomos de la bonanza económica como argumento principal para garantizar la continuidad. Éste fue el argumento central de las intervenciones de Aznar y de Rajoy (con la promesa de crear dos millones de puestos de trabajo) y ésta será la música generalizada de campaña. De la economía, la argumentación pasa a las instituciones políticas a través del principio de estabilidad, lo que permite a los populares enarbolar la bandera de España frente a cualquier propuesta de cambio del marco legal que ha guiado los 25 años de democracia.

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Definido el territorio propio, los dirigentes populares pasan inmediatamente a concretarlo en la estrategia del miedo, es decir, transmitir a la ciudadanía la idea de un PSOE confuso que si gobernara pondría en peligro las conquistas económicas y la mismísima unidad de España. Para ello, el argumentario se centra en la descalificación del adversario: "coalición de radicales", "gente incompetente" y la eterna cantinela de carecer de proyecto para España o los "diecisiete programas distintos".

La prioridad de una campaña enmarcada por el triunfalismo económico y la unidad de España es evitar el debate sobre la guerra de Irak -único discurso socialista, señalan los dirigentes del PP-, porque las encuestas, y las manifestaciones de ayer mismo en varias ciudades españolas, insinúan que podría empezar a cobrarse alguna factura. Y dejar en lugar secundario problemas básicos como la vivienda o cuestiones delicadas como la inmigración.

En medio de este discurso continuista sólo ha habido un factor disonante: el rescate en el programa del PP de los compromisos de regeneración democrática que incorporó en 1996 y de los que se ha olvidado en los ocho años de gobierno de Aznar. Sobre todo en lo que respecta a la creación de comisiones de investigación del Parlamento. Zapatero se ha encargado de señalar de inmediato que la palabra de Rajoy a este respecto no valdrá nada si Aznar se sigue negando siquiera a comparecer ante la Diputación Permanente del Congreso para explicarse sobre la guerra de Irak.

Claro que la Convención del PP no ha dedicado ni medio minuto a este aspecto del programa. Lo suyo ha sido repetir hasta el infinito que no hay alternativa a su programa económico y que sólo el PP garantiza la estabilidad del sistema. Enfrente, sólo "frivolidad e irresponsabilidad". Las críticas de Rajoy pueden resumirse así: "No tienen un líder preparado para gobernar, no tienen programa, no tienen ideas, no tienen convicciones". Entonces, ¿a qué tanto miedo a celebrar un debate televisado con el líder de la oposición?

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