El ruido sin la furia
Ya está aquí el ruido Dalí. Pero habría sido más genuinamente daliniano y menos burocrático haber empezado ya en 2001 a celebrar el centenario, pues en 1901 nació Salvador Dalí y Doménech, que dos años después "subió al cielo en la ciudad de Figueras el sábado pasado, a las cinco de la tarde", según la nota necrológica que publicó la familia a la muerte de ese hermano del futuro genio Dalí, un hermano mayor que se llamaba también Salvador Dalí y que murió en la hora más taurina.
Si nos situamos en un ángulo de visión daliniano, los comisarios se han equivocado de fecha, como se equivocó alguien, el otro día, en la Fundación Gala-Salvador Dalí al decirle a un buen amigo mío, el ensayista Pedro G. Romero (al que la Generalitat ha encargado un trabajo sobre las "afinidades electivas" del genio), que no utilizara frases sobre Lacan, Freud y Roussel procedentes de la entrevista que le hice a Dalí en mayo de 1978 para la revista Destino. Le recomendaban no utilizarlas -le dijeron- porque esa entrevista había sido inventada. No, por Dios, o por Dalí. Hay incluso fotografías que, acompañando a la entrevista, publicó Destino y que demuestran que de inventada, nada. La registré en una cinta magnetofónica y el alcalde de Figueres me obligó a firmar un atrabiliario papel donde yo prometía utilizar aquella grabación sólo para pasar a limpio la entrevista. Me impresionó que todo un alcalde me obligara a firmar aquello. El alcalde -ecos todavía del régimen franquista- era pluriempleado y, entre otras cosas, se había hecho secretario del genio. Ahora no pasan estas cosas, pasan otras.
Su-bli-me. En medio de todo este ruido mediático al que le falta la furia artística del ausente, las televisiones muestran que nada saben, exhiben su nunca sancionada pavorosa incultura. Por ejemplo, oí decir en Tele 5 que Salvador Dalí, con el detalle de pintar una coca-cola, hizo cosas de Andy Warhol. Lo curioso fue que, unas horas después, TV-3 repetía exactamente esa noticia. Pero bueno, vamos a ver, yo creía que todo el mundo daba por sentado que Warhol salió de Dalí, es directamente un discípulo suyo. Hablando en términos futbolísticos, sería cómo decir que Laudrup daba pases de gol a lo Ronaldinho. Pero como el tema no era futbolístico, sino de orden cultural -donde impera la rauxa nada daliniana que nos ha legado esa ristra de convergentes desplazados-, no ha pasado nada, no se colapsaron las centralitas. Tampoco está pasando nada porque la genuina furia de Dalí no aparezca por ninguna parte en medio del ruido burocrático del centenario del muerto. Lo importante es el boato oficial, las inauguraciones pop, el Príncipe. A este paso, acabarán invitando a Warhol y Lacan a la boda de Letizia. Falta esa rabia artística tan viva y nos queda, en cambio, ruido bronco para todo el año. Añádase a esto la edición de su obra literaria completa, mal encuadernada. Pensamos en Shakespeare, citado en la novela El ruido y la furia: "La vida es un cuento narrado por un idiota". Y pensamos que, en efecto, sin furia ni alma, la vida es esto, es puro cisco -como el Año Dalí- en manos de un idiota. Recuerdo el rictus del pintor cuando en la entrevista no inventada surgió el nombre de Warhol y dijo algo que no transcribí porque en aquel momento un ruido muy ruidoso de Gala impidió, tal vez a propósito, que se escuchara bien: "¿Andy Warhol? Un simple de Nueva York. Hace escaparates y coca-colas". Nunca he sabido con seguridad si dijo simple o ximple. Ante la duda, me abstuve, daba miedo el alcalde de Figueres. Ahora dan miedo otras cosas.
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