El ocaso de ETA
En el año 2000, el de la ruptura de la tregua, hubo 70 atentados de ETA, que provocaron 23 muertes; en 2003 hubo 23 atentados y tres víctimas mortales. Al mismo tiempo, durante el pasado año se registraron 192 detenciones de miembros de ETA, 46 de ellas en Francia, incluyendo las de los máximos dirigentes de su aparato militar. Ayer fueron detenidos en la zona de Limoges dos activistas acusados de participar en numerosos atentados; la víspera habían sido arrestados otros dos terroristas cuando trasladaban un arsenal que incluía cerca de 40 kilos de explosivos. En 2004 continúa, por tanto, la situación que llevó al consejero vasco de Interior, Javier Balza, a concluir, en septiembre del año pasado, que "terminar con ETA es sólo cuestión de tiempo".
Hace un año hubo en las páginas del diario Gara un conato de debate sobre la conveniencia o no de que ETA desapareciera. Por primera vez se planteaba en términos de coste-beneficio: "ETA mata a cinco personas y el Estado detiene a 600 ciudadanos". A ello se añadía que "no paga las fianzas millonarias, no reflota periódicos"... Es decir, que ETA deja a los suyos en la estacada. Un mal negocio. La paulatina disminución del número de atentados del IRA desde mediados de los ochenta fue el preludio de su decisión de abandonar las armas.
ETA no sólo ha perdido apoyos sociales. También ha perdido, con la ilegalización de su brazo político y la disolución de su entramado social, influencia política y cantera: las acciones de violencia callejera, que fueron más de mil en 1996, y 500 el año de la ruptura de la tregua, apenas superaron el centenar en 2003. El nacionalismo gubernamental acaba de rechazar una oferta de Batasuna para constituir candidaturas unitarias por la autodeterminación, y ello pese a que la oferta fue avalada por ETA mediante la insinuación de que podría estudiar una tregua.
Hay condiciones, por tanto, para transformar el ocaso en derrota definitiva. Pero para ello será preciso no repetir errores que en el pasado sirvieron para que ETA encontrase sentido a su continuidad. El primero, el de intentar sacar ventaja del fin de la violencia, ligándolo con la aceptación de determinadas propuestas políticas; el segundo, convertir la lucha antiterrorista en motivo de enfrentamiento electoral. Aznar defendió el lunes la continuidad del Pacto Antiterrorista como garantía frente a ese error; el martes aprovechó la detención de varios etarras para poner en duda la sinceridad del compromiso de los socialistas por haber pactado en Cataluña con Esquerra. También esto es intentar sacar ventaja del fin de ETA.
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