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Reportaje:CIENCIA FICCIÓN

La afición de los malditos roedores por ser astronautas

"RREGRESES O NO RREGRRESES, Mitkey, ¡serrás famoso! Serrás la brrimerra crriaturra viviente que salga de la estrratosferra de la Tierra y se interne en el esbacio. ¡Mitkey, serrás el Rratón Estelarr!". El grrran Herr Professor Oberburger, experto, según él, en cohetes, alecciona a uno de los ratoncillos que habitan bajo los tablones del suelo de su casa antes de convertirlo en el primer ratón astronauta.

Así se inicia el divertido cuento El ratón estelar (The Star Mouse, 1942), escrito por el maestro del relato corto Fredric Brown y que da título también a una antología de sus mejores historias. Faltaban aún 15 años para que la perrita Laika se convirtiera, esta vez en la realidad, en el primer ser vivo lanzado al espacio en la nave soviética Sputnik II.

Más información
Los dos tripulantes de la Estación Espacial Internacional saldrán de la nave al mismo tiempo

Del oscarizado Mickey Mouse al ratoncito Pérez, pasando por Tom y Jerry y Stuart Little (1999), son legión los ratones que pueblan, además de los enclaves humanos, la ficción. Comedores insaciables, estos malditos roedores se aprestan ahora, no creemos que muy solícitos, a dar un nuevo salto al espacio. Según una reciente noticia de agencia, hacia el año 2006 un grupo de ratones astronautas serán colocados en órbita alrededor de la Tierra a bordo de una nave espacial en rotación.

El objetivo: recabar información acerca de las diferencias entre la vida a gravedad cero (ingravidez) y a gravedad uno (gravedad terrestre o 1 g) para dilucidar qué pasará con los humanos en Marte donde impera una gravedad intermedia de 0,38 veces la terrestre.

Se tiene una larga experiencia de cómo los mamíferos y, en concreto, los humanos, responden a la situación de ingravidez, gracias a las largas permanencias en las estaciones orbitales (Mir, Estación Espacial Internacional).

Aún es mayor la experiencia con la gravedad uno: la de nuestro planeta. Pero, en cambio, se desconoce qué acontece entre ambos niveles. Justo la información que se necesita para aprender a vivir en la superficie marciana, el nuevo hito de la exploración humana de nuestro entorno planetario.

Científicos y estudiantes del MIT y de universidades norteamericanas y australianas se han planteado estudiar estas cuestiones poniendo ratones en órbita. El proyecto se llama Mars Gravity Biosatellite (Biosatélite de gravedad marciana, www.marsgravity.org).

Con la de ratones que tenemos por aquí, poco costaría unirse a tal empresa. Experiencia, no nos falta. Recuérdese, por ejemplo, el batracio que, en el filme español El astronauta (1970) (Ciberp@ís 29-7-1999) enviamos a volar por los aires patrios. Según parece, sólo se emplearán ratones hembra (siempre lo hemos dicho, el futuro tiene nombre femenino) por dos razones. La primera es que al tener, por lo general, un peso menor que los machos se reduce el peso que debe ponerse en órbita. La segunda, más importante, es que algunos estudios previos sugieren que las hembras se ven más afectadas por la baja gravedad que los machos. Y como de lo que se trata es de estudiar precisamente este efecto, pues ¡hale!

Se espera recoger así una valiosa información que podrá usarse para planear las futuras misiones humanas al planeta rojo. Lo que no han previsto en dicha misión es la posibilidad de que los ratones astronautas se topen con Prxl (o similar). Un asteroide, "uno de esos despreciados cuerpos celestes que los astrónomos de la Tierra llaman sabandijas del cielo, porque dichos objetos dejan en las láminas sus rastros, que obstruyen las observaciones de novas y nebulosas más importantes. Cincuenta mil pulgas en el oscuro cielo de la noche".

Un pequeño mundo a 150.000 kilómnetros del nuestro que sus habitantes "revistieron con un pigmento negro que absorbe la luz" pasar así desapercibidos. Los prxlianos, una avanzada civilización extraterrestre de un centímetro de estatura, aumentan la inteligencia del ratoncito Mitkey y, dotado del habla, lo devuelven a la Tierra donde proyecta transformar también a sus congéneres y poblar el continente australiano que pasaría a llamarse Ratonstrralia con su capital Sidney convertida en Disney, "en honorr de..." Ahí tienen una buena base para un guión de la tercera entrega de las aventuras y desventuras del simpar Stuart Little.

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