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"Poner orden en la pocilga"

La noticia de la dimisión del canciller Gerhard Schröder de la presidencia del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) cayó como una bomba en Berlín. Se especulaba con una crisis de Gobierno, pero no con la dimisión de Schröder cuando la capital alemana se preparaba para el fin de semana con el festival de cine, la Berlinale, a tope y los primeros espadas de la política a punto de salir para Múnich, donde se celebra durante este fin de semana la 40ª Conferencia de Seguridad.

Tras algo menos de cuatro años en el cargo, en el que sucedió al izquierdista Oskar Lafontaine en marzo de 1999 cuando éste tiró la toalla, Schröder opta por el modelo que funcionó con éxito en el pasado del SPD: separar la jefatura del Gobierno de la del partido. Los mejores tiempos del SPD de la posguerra coincidieron con la famosa troika formada por Helmut Schmidt, que gobernaba en la cancillería; Willy Brandt, que hacía de padre en la presidencia del partido, y Herbert Wehner, que mantenía a raya al grupo parlamentario. No se podían soportar, pero los tres trabajaban para la causa común. Con gesto altanero, Schmidt decía sobre el SPD: "Willy tiene que poner orden en la pocilga".

Ahora Schröder pretende con su dimisión que Franz Müntefering le guarde las espaldas para llevar adelante las reformas y esperar a que mejore la economía y las expectativas de voto.

La gobernabilidad de Alemania no se resiente con la dimisión de Schröder al frente del SPD. La Constitución alemana establece un sistema muy rígido para derribar un Gobierno. Sólo un cambio de pareja del partido ecopacifista Los Verdes haría posible una moción de censura constructiva para sacar a Schröder de la cancillería y al SPD del Gobierno.

Esta circunstancia, en el ámbito del Gobierno federal, implicaría una alianza contra natura de Los Verdes con la derecha democristiana (CDU/CSU). Algo, por ahora, que resulta inimaginable en Alemania.

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