El agujero
Los dos fundadores de la modernidad eran hijos de un campesino y un músico, y acaso no existan catalizadores más apropiados que la agricultura y la música para esa profunda transformación que sentó las bases del progreso. Lutero y Galileo fueron dos productos intelectuales del Renacimiento y sus contribuciones en el ámbito de la teología y la ciencia tuvieron como consecuencia la Revolución Francesa, el acontecimiento que alteró por completo la vida en Europa Occidental y que ha determinado el resto de conquistas individuales y sociales de la humanidad. El primero fue excomulgado por el Papa y declarado fuera de la ley. El segundo, tras ser acusado de herejía grave y obligado a abjurar, se le sentenció a cadena perpetua. Pero desde entonces el cristianismo empezó a estar cada vez menos en la jerarquía de la Iglesia y a pertenecer cada vez más al ámbito de cada persona con Dios, con todas sus efectos económicos y sociales. Los intermediarios habían perdido cuota de mercado. También la Tierra dejó de ser plana y empezó a girar alrededor del Sol, como intuía Copérnico, y se rompió para siempre la cúpula de cristal con estrellas pegadas que encerraba al universo y subyugaba al hombre. Con su telescopio de veinte aumentos, Galileo había convertido la Biblia en un apasionante libro de literatura, lo que comportó, asimismo, una reestructuración en los valores humanos y en el paisaje social. Por ese agujero que abrieron Lutero y Galileo se fueron colando Isaac Newton, Montesquieu, Abraham Lincoln, Gandhi o Wilhelm Reich, pero también los Beatles, la píldora, la sociedad del bienestar y las libertades individuales y colectivas. Aunque para ello ese mismo agujero tuvo que ir engullendo confesionarios, cilicios de crin, cinturones de castidad, canonistas, catecismos y dogmas. Sin embargo ese sumidero no fue lo suficientemente ancho para tragarse a todos los que han pretendido hacer del cristianismo un instrumento de sometimiento y dominación social. Cinco siglos después, al vincular la violencia doméstica con la revolución sexual, la Conferencia Espiscopal Española todavía está tratando de demostrar que Lutero y Galileo nunca existieron.
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