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Columna
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El agujero

Miquel Alberola

Los dos fundadores de la modernidad eran hijos de un campesino y un músico, y acaso no existan catalizadores más apropiados que la agricultura y la música para esa profunda transformación que sentó las bases del progreso. Lutero y Galileo fueron dos productos intelectuales del Renacimiento y sus contribuciones en el ámbito de la teología y la ciencia tuvieron como consecuencia la Revolución Francesa, el acontecimiento que alteró por completo la vida en Europa Occidental y que ha determinado el resto de conquistas individuales y sociales de la humanidad. El primero fue excomulgado por el Papa y declarado fuera de la ley. El segundo, tras ser acusado de herejía grave y obligado a abjurar, se le sentenció a cadena perpetua. Pero desde entonces el cristianismo empezó a estar cada vez menos en la jerarquía de la Iglesia y a pertenecer cada vez más al ámbito de cada persona con Dios, con todas sus efectos económicos y sociales. Los intermediarios habían perdido cuota de mercado. También la Tierra dejó de ser plana y empezó a girar alrededor del Sol, como intuía Copérnico, y se rompió para siempre la cúpula de cristal con estrellas pegadas que encerraba al universo y subyugaba al hombre. Con su telescopio de veinte aumentos, Galileo había convertido la Biblia en un apasionante libro de literatura, lo que comportó, asimismo, una reestructuración en los valores humanos y en el paisaje social. Por ese agujero que abrieron Lutero y Galileo se fueron colando Isaac Newton, Montesquieu, Abraham Lincoln, Gandhi o Wilhelm Reich, pero también los Beatles, la píldora, la sociedad del bienestar y las libertades individuales y colectivas. Aunque para ello ese mismo agujero tuvo que ir engullendo confesionarios, cilicios de crin, cinturones de castidad, canonistas, catecismos y dogmas. Sin embargo ese sumidero no fue lo suficientemente ancho para tragarse a todos los que han pretendido hacer del cristianismo un instrumento de sometimiento y dominación social. Cinco siglos después, al vincular la violencia doméstica con la revolución sexual, la Conferencia Espiscopal Española todavía está tratando de demostrar que Lutero y Galileo nunca existieron.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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