El ilusionado camino de la infelicidad
El título original de esta novela fue L'inetto (el inepto) hasta que su autor se decidió a enviarla a la imprenta con el que ahora conocemos, Una vita. Ni ésta ni la siguiente, Senilitá (Senilidad, Acantilado), tuvieron la menor repercusión y hubo que esperar a La consciencia de Zeno (La conciencia de Zeno, Lumen) para que empezase a reconocerse, aunque de modo minoritario, la importancia de Italo Svevo. Hoy, entrado el siglo XXI, pocas dudas pueden quedar acerca de tal importancia. En mi opinión, Svevo es uno de los más grandes entre los maestros de la narrativa del pasado siglo.
¿Por qué lo es? Sobre todo, por dos aportaciones trascendentales: una, la figura del hombre medio abocado a la incomunicación; dos, la focalización de la narración en la conciencia del personaje. Ambos asuntos, claves en la narrativa del XX, se han tratado mucho, pero es Svevo quien les aporta cuerpo. Puede aducirse que ya Proust llegó tan lejos en el autoanálisis o que Joyce dibujó al antihéroe, sí, pero la soledad producto de la incomunicación y el modo en que, por esa causa, el anhelo de felicidad se convierte en infelicidad es Svevo quien lo desarrolla de manera tan completa que todo el tema pasa por él como referente. En cuando a la escritura de la conciencia, que marca la frontera entre la novela decimonónica y la del siglo XX, su trabajo de construcción es paralelo a otros (Joyce, V. Woolf, Céline...) pero deja el asunto resuelto desde el punto de vista del plano narrativo y el camino expresivo, por tanto, abierto de par en par.
UNA VIDA
Italo Svevo
Traducción de Francisca Perujo
Josef K. Madrid, 2003
432 páginas. 18 euros
Una vida está maravillosa-
mente construida y cuenta, en verdad, la vida de un inepto. Nuestro inepto es un joven de veinte años que sale del campo para ingresar en la ciudad. El cambio de medio le afecta, primero, por nostalgia; después, por opresión. El muchacho tiene veleidades intelectuales, pero no se adapta a su mediocre trabajo en un banco y no se integra en la ciudad. De hecho, sus escasas relaciones personales y la oficina serán todo su mundo. Los cuatro primeros capítulos dan cuenta del protagonista: antecedentes, situación y escenarios. A partir del quinto su vida se mueve a impulsos de relación: Lucía, Macario, Annetta. Todo ello sucede entre dos estratos sociales: la familia del banquero Maller y la familia Lanucci, que se debate en la pobreza. La novela comienza a cerrarse cuando el muchacho, Alfonso, regresa al pueblo por la enfermedad y muerte de su madre. Esta ruptura con su origen lo deja en la más inerme soledad. El campo al que vuelve lo ve ya con otros ojos, la realidad sacude la nostalgia que se derrumba, la ruindad de esa vida estrecha lo expulsa, pero ¿adónde?: a la ciudad de donde viene y donde no encuentra sitio; la novela se vuelve circular; la dificultad de comunicación y relación lo devoran. Su ineptitud se consuma.
La novela presenta percepciones geniales acerca de las relaciones, como es la de ese enamoramiento del estar enamorado que le conduce a Annetta y cómo, al ceder Annetta, su pasión se desvanece, contado con una belleza y morosidad encomiables. La misma percepción de la psicopatología de lo cotidiano ("en su vida, vacía de acontecimientos notables, eran siempre estos hechos insignificantes los que le inquietaban") es muy rica; lo mismo vale decir del doble juego de poder sobre Lucía y sumisión a Annetta, que está lleno de matices siempre en progreso. Es una primera novela y ya está en ella tan entero y verdadero el autor que sólo la madurez podrá mejorar, como el mejor vino, una calidad de partida impresionante.
Es curioso que Svevo, tan interesado en el tema del envejecimiento y la senectud (escribió Senilidad a los treinta y pico años), haya elegido a un joven casi imberbe para protagonizar una novela que, sin embargo, contiene ya mucho de su preocupación por la decadencia en diversos aspectos, física y mental, y por la muerte misma. La descripción de la medianía del trabajo, del ambiente oficinesco rutinario, los desplazamientos, encuentros y desencuentros dentro de la misma oficina, los pequeños rencores e insatisfacciones, la distracción y el cansancio que invaden al protagonista, que los intenta compensar con cultura autodidacta genialmente narrada
... Svevo deja ver las cosas, las muestra con un gran sentido de la descripción, pero también de la construcción de la conciencia del personaje y del peso del entorno. He ahí la gran literatura, la del escritor que muestra y deja ver, la que utiliza las muy dispares formas de la sugerencia para dejar entrar al lector en la novela en vez de leerle la cartilla. En fin, una nueva edición de una novela espléndida cuya nula recepción pública (junto con la segunda) tuvo a Svevo sin publicar largo tiempo. "Me resigné ante juicio tan unánime (no existe unanimidad más perfecta que la del silencio) y a lo largo de veinticinco años me abstuve de escribir. Si hice mal, la culpa fue mía". Juzgue el lector.
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