"Nutrimos a un pequeño monstruo: Aristide"
"Nutrimos a un pequeño monstruo: Jean Bertrand Aristide", afirma el dirigente opositor haitiano Gerard Pierre Charles (1935), perseguido por la dictadura de la saga Duvalier (1957-1986), y hostigado ahora por un presidente bajo asedio, cuyo mandato considera ilegítimo, despótico y corrupto. Aristide prometió elecciones antes de mayo. "Lo dijo para la exportación. No hay condiciones políticas, ni técnicas, hasta dentro de 11 meses". El Caricom (Comunidad de países del Caribe) propone la designación de un primer ministro independiente y el envío de una policía multinacional a la república creada hace 200 años por esclavos africanos.
El veterano político, de extracción comunista, jefe de la Organización del Pueblo en Lucha, escisión del gubernamental partido Lavalás, regresó a Haití cuando cayó el último Duvalier, en 1986, y después de un exilio de casi un cuarto de siglo en México. Pierre apoyó a Aristide hasta 1995, pero rompió con él porque, entre otros factores, el ex cura salesiano maniobró para perpetuarse en el poder. "Y ha creado las condiciones para una anarquía, al ligar el poder político con la mafia de las drogas y del contrabando". "Debe renunciar", declara el opositor en su casona de Petión Ville, protegida por verjas y guardaespaldas.
"Hasta las nuevas elecciones, el presidente de la Corte Suprema puede ocupar su puesto, el primer ministro sería de consenso, y debe haber un cambio en la jefatura de policía porque Aristide la ha puesto a su servicio". Haití no tiene Ejército. La crisis comenzó cuando la oposición rechazó, por fraude, las legislativas de mayo de 2000 y boicoteó las presidenciales de noviembre de ese año, cuando Aristide fue elegido "en disputa con cinco candidatos a su hechura".
Un año después, el Gobierno denunció un confuso golpe de Estado. Las turbas oficialistas incendiaron oficinas de partidos y saquearon las residencias de sus jefes, la de Pierre, entre ellas. Malogrado el Estado de derecho y enquistada la pobreza, las manifestaciones opositoras fueron reventadas a palos. Ahora son masivas. "Aristide tradujo las reivindicaciones del pueblo, la clase media y los intelectuales tras la caída de Duvalier, pero acabó revelando su verdadero rostro, el del político haitiano del siglo XIX, bárbaro y corrupto".
El dirigente de Convergencia Democrática, plataforma de partidos coligada con movimientos estudiantiles, profesionales y empresariales, señala que "lo que fueron denuncias aisladas sobre abusos y asesinatos se vuelven un fenómeno general. Se había nutrido un pequeño monstruo". "Quiso promover una restauración del totalitarismo de Duvalier, utilizando casi los mismos métodos", añade. "La policía paralela de aquellos años, los tonton macoutes ahora lo llaman chimeres. Aristide metió en la policía a sus incondicionales, junto a elementos de los barrios y mafiosos".
Su tránsito hacia el autoritarismo fue gradual, y se produce, dice el jefe opositor, después de los tres años de exilio en EE UU, que en 1994 lo reinstala en la presidencia con la invasión de Haití por 20.000 marines. Aristide había sido elegido presidente en 1990, pero fue derribado por los militares un año después. "Observamos que se hizo con millones de dólares con los teléfonos y eso quizás le hizo perder la cabeza". Se refiere a parte de los 120 millones de dólares desembolsados por las grandes compañías telefónicas norteamericanas por el uso de la empresa estatal haitiana del sector durante tres años.
Pierre subraya que, contrariamente al golpe palaciego de 1986 contra Jean Claude Duvalier, Haití vive "un movimiento democrático de todas las clases sociales. La sociedad civil nos ha tomado la delantera en la movilización. Y la gente no quiere negociar. El político que diga que hay que negociar pierde el apoyo social".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.