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Crítica:JAZZ | Butch Morris
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Improvisador con batuta

No hay vuelta de hoja: a Lawrence Butch Morris (Long Beach, California, 1947) no le caben en papel pautado todos los sonidos que le pasan por la mente, pero tampoco ha pensado rendirse ante tan poca cosa. Hombre de recursos, el antes cornetista ha creado un método personal de dirección que, en sus propias palabras, "se basa en un vocabulario de signos ideográficos y gestos que construyen o modifican, en tiempo real, una composición determinada con el fin de encontrar un espacio común para la música orquestal y la improvisada". Así expuesta, de tirón y a lo escueto, tal filosofía podría parecer grandilocuente y hasta un punto quimérica si no fuera porque los resultados prácticos llevan años inflando la esperanza de alcanzar la meta prevista. Parte de ese estimulante proceso de investigación cotidiano pudo escucharse en La Casa Encendida.

Butch Morris & Orquesta FOCO

Butch Morris (director) con orquesta de 25 miembros. La Casa Encendida. Madrid, 1 de febrero.

El singular improvisador con batuta se presentó al frente de FOCO, colectivo compuesto por 25 miembros en el que esta vez figuraban algunos ilustres del jazz español, como Baldo Martínez (contrabajo) y Antonio Bravo (guitarra).

La forma de trenzar los sonidos resultó todo lo variable que cabía esperar. El tejido musical podía empezar por un solo instrumento improvisador y desarrollarse en masa, o podía cambiar de atmósfera drásticamente en cuanto Morris levantaba el dedo índice. Los sonidos nacían y se extinguían a la manera de un ciclo vital ortodoxo, pero siempre dejaban alguna huella, en forma de ciertos motivos recurrentes, que confería identidad propia a cada pieza. Por supuesto, hubo espacio para las erupciones en bloque y para las meditaciones segmentadas, aunque la intensidad dramática no decayó ni en las transiciones más largas.

Atonal y nada condescendiente, tan próxima a la de ciertos compositores clásicos del siglo XX (Xenakis, Kagel) como a la de los improvisadores de la vanguardia jazzística, la música de Morris pareció emparentar lejanamente con las composiciones modulares del saxofonista Anthony Braxton o con la devastadora Celestial Communication Orchestra del contrabajista Alan Silva. La ventaja es que resultó más fresca que la de Braxton y más estructurada que la de Silva. Es de esperar que Morris vuelva pronto para desvelar el resto de sus secretos.

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