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El año que viene, en el Carnegie Hall

La mítica sala neoyorquina acogerá en 2005 cuatro conciertos del Festival Flamenco USA

Será por la cosa del eje del bien, o quizá no, pero el caso es que el Festival Flamenco USA (FFU) es la cita de moda en Nueva York, y el domingo, a la misma hora en que el país se devoraba la Super Bowl (es el día del año que más comida se consume), hubo un nuevo llenazo para ver el final del primer ciclo de las actuaciones neoyorquinas. La Compañía Andaluza de Danza dio el segundo pelotazo consecutivo y los aplausos llegaron al clamor con el touchdown de Golpes da la vida, una honda mirada de José Antonio a la relación maestro-alumno (y tal vez padre-hijo, amigo-amigo o novio-novio), bailada con categoría y solvencia por el profesor (el propio José Antonio) y su viejo discípulo, hoy invitado especial, Rafael Campallo.

La Compañía Andaluza de Danza dio el segundo pelotazo consecutivo

También volvió a reventar la bombonera de la calle 55 (los delirios flamencos del City Center recuerdan a la cancha de Boca) la enjuta bailaora Úrsula López, que a sus 28 años recién hechos se ha consagrado aquí como una estrella que resalta incluso en medio de la férrea armadura del trabajo de grupo. Sus alegrías por Carmen Amaya fueron, como el día anterior, un puro gozo.

A la espera de que rematen la faena José Mercé (7 de febrero), Ojos de Brujo (15) y Paco de Lucía (27) -el guitarrista parece haber resuelto el problema de visados con su bajista cubano, Alain Pérez, que le impidió empezar a tiempo su poco deseada gira americana-, el festival ha dejado claro ya que crece cada año un poco más. Complicado engranaje de patrocinios españoles y acuerdos con teatros de EE UU, la cita que inventó hace cuatro años el cordobés Miguel Marín (Córdoba, 1967), su director artístico, se ha convertido en uno de los actos culturales españoles en el extranjero que más público reúne (unos 50.000 espectadores de siete ciudades distintas con 30 actuaciones) y en uno de los musts (imprescindibles) de Nueva York, según han dicho estos días The New Yorker y el diario Newsday.

Su prestigio aumentará seguro el año que viene, porque el festival ha llegado ya a un acuerdo para llevar cuatro conciertos de cante y guitarra al mítico Carnegie Hall. Todavía no están cerrados los carteles, pero, entre otros, actuarán Enrique y Estrella Morente. "Lo más bonito es que no es un alquiler", dice Marín, "sino que el Carnegie ha asumido el flamenco como algo propio y lo ha metido en su programación con las grandes orquestas y solistas de clásica o jazz. Y eso es muy importante, porque saca al flamenco de la casilla de la música étnica y lo pone en un lugar fascinante, a medias entre el clasicismo y las nuevas tendencias".

Marín, que estudió aquí durante cinco años un MBA en gestión de entidades culturales, se inventó el festival ante la evidencia de que había "mucha demanda y muy poca oferta de flamenco bueno". Ahora busca acercar a los artistas más jóvenes e innovadores a espacios alternativos de Nueva York. Y su sueño es convertir el FFU en un punto de encuentro entre el arte de aquí y el de allí. "El flamenco ha estado un tiempo protegiéndose de la contaminación, pero ahora muchos artistas sienten la pulsión de conocer otras formas de expresión. Nuestro deber es ayudar a que lo hagan, y estamos hablando con el Lincoln Center para organizar intercambios, encuentros de dos o tres semanas, y no sólo de música, también de danza, para 2006".

Este año, el festival trae a Estados Unidos a más de 120 flamencos, y la gripe del olé se ha extendido a Miami y Londres. En 2005 llegará a California y "quizá" a Canadá. ¿Milagro? "No, simplemente calidad. Los críticos y los artistas de aquí han ayudado mucho a que el flamenco se vea como una marca de garantía, y la gente va a ver ya lo que venga sabiendo que será bueno. Muchos ya reconocen a algunos artistas, como Sara Baras o Manuela Carrasco, y les aplauden antes de empezar a bailar".

Pero las taquillas sólo cubren el 80% de los gastos. El Ayuntamiento de Sevilla aportará el resto en 2004 y 2005, y además hay apoyos del Ministerio de Cultura, la Junta de Andalucía, el Instituto Cervantes y la Fundación Autor. A eso se suma la colaboración de diversas instituciones locales, como el World Music Institute (Nueva York y Boston), el GW Lisner Auditorium (Washington DC), The Cleveland Museum of Art, el Dance Connecticut de Hartford y The Rythm Foundation de Miami.

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