El 'blues' de 'Copito'
Se edita la primera canción sobre el gorila blanco fallecido el pasado noviembre
En curiosa coincidencia con el final del proceso de descarnamiento de su cuerpo, Copito de Nieve -cuyos huesos pelados y jirones de su otrora célebre piel reposan ya en el Museo de Zoología- se ha hecho canción. "Copito de Nieve, dulce compañía,/ no nos dejes solos, no te vayas todavía". Estos notables versos que compaginan la jaculatoria infantil con la sevillana forman parte del nostálgico estribillo de la composición, un auténtico blues de Copito, que ha consagrado al finado gorila blanco el conjunto Càtars, formado por Carlos García y Xavi Garriga, autores de letra y música. El tema Copito, hasta siempre, homenaje al mono que se incluye en doble versión, castellana y catalana, forma parte del primer álbum de Càtars, Hombres buenos, que acaba de aparecer. La canción repasa desde el -mucho- sentimiento la trayectoria vital de Copito ("te hallaron en Guinea/ blanco como el algodón,/ tal vez te abandonaron,/ tal vez por tu color") y roza la beatificación del gorila en unos compases: "Los niños te quieren, los padres también,/ bendito tú seas ahora y siempre, amén".La canción de García y Garriga, estructurada como "una carta de despedida a Copito", según sus autores, se abre con unos acordes selváticos y desborda de comparaciones simbólicas (nada que ver con el banal tratamiento de la especie de aquel estribillo de Melody que decía: "Como los gorilas, bum, bum, bum"): "Color de nube y nieve,/ de pureza y amor,/ color de luz y paz,/ la suma de todo el color". La composición, con coros de niños, alcanza su clímax en una imagen a caballo entre la apoteosis mística y la de la mascota olímpica Coby: "En un vuelo, Copito, te vas hacia el cielo,/ de noche todos diremos: Copito ya es un lucero/ de nieve".
Los artífices de la canción del gorila son conocidos en el mundo musical catalán. Xavi Garriga es profesor del Taller de Músics desde hace más de veinte años y ha trabajado en diversos programas de televisión -Canciones de nuestra vida, Cent anys de cançons-, además de representar a España en la final europea de Lluvia de estrellas. Su voz es magnífica y ha alcanzado notoriedad su imitación de Ray Charles. García, aunque no músico de profesión, ha formado parte de corales y grupos de música toda su vida. El CD Hombres buenos, en el que colaboran 12 músicos aparte de los dos componentes de Càtars, ha dado ya pie a dos singles: Éste será mi fin (nada que ver, pese al título, con Copito) y el del homenaje al gorila blanco. El 20% del importe de este disco va a parar, muy pertinentemente, a la Fundación Adena.
"La idea de la canción surgió de una visita al zoo y de verle tan mayor", explicó a este diario Garriga. "No nos gustaba que le tuvieran en el zoo y yo estuve a punto de ser más crítico en la canción, pero decidimos dejarla así, inocente, porque pensamos en los niños y esperamos que la canten". Del parecido con el Jesusito de mi vida, el cantautor dijo que es premeditado, para que sea "como una oración".
Mientras el himno a Copito se difunde en el éter, su destinatario, ajeno al homenaje, es ya sólo un recuerdo desmoronado.
Nadie puede escapar a su destino. El del gorila albino era acabar en una cazuela y finalmente su cuerpo viejo y ajado (y desprovisto de los órganos que le extrajeron en primera instancia los científicos) fue a parar a un tanque de maceración en el zoo a fin de liberar los cansados huesos del primate de las partes blandas: carne, músculos, cartílagos. Algo similar, aunque más sofisticado, a lo que se hizo con el condestable de Guesalin, muerto en Anverne y enterrado en Saint-Denis tras ser hervido. Lo que queda de Copito -el esqueleto y la piel, aunque ésta tan troceada que no se podría emplear para recrear la figura del gorila a fin de exhibirla aunque eso no hubiera quedado expresamente descartado- ha ido a recalar en el Museo de Zoología, su destino natural una vez que se decidió que era absurdo otorgarle al mono un funeral de personalidad. En el museo, el albino ha ido a reunirse más allá de la muerte con su hijo, el magnífico Urko, fallecido en junio pasado a los 25 años y entregado al mismo centro en lo que resulta una de las mayores contribuciones póstumas de una sola familia a las ciencias naturales desde el caso de los esquimales del museo de Nueva York. A diferencia de su padre, Urko, que ha sido disecado, sí está destinado a la exhibición.
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