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Reportaje:Aulas

La convivencia como disciplina

Dos institutos malagueños comparten experiencias para evitar la conflictividad en sus aulas

Que haya problemas de convivencia en un instituto con más de 1.000 alumnos entra dentro de lo normal. Mantener a raya a un millar de chavales de entre 13 y 18 años es una tarea difícil, aunque en la mayoría de los casos se consigue al tratarse de problemas menores. El problema llega cuando una minoría del alumnado, contrario a tener que estudiar obligatoriamente hasta los 16 años, perturba con su comportamiento al resto, enrareciendo la convivencia en el centro.

Ese es el caso del Instituto Nº 1 de Fuengirola (Málaga), donde un grupo de diez alumnos de entre 13 y 15 años ha dinamitado la calma del centro. Según el relato de los profesores, estos adolescentes se dedican en amedrentar a sus profesores y compañeros, a provocar destrozos o a saltarse las clases a la torera. Su conflictiva actitud llevó al claustro y a los padres de los alumnos a realizar varias protestas para reclamar el apoyo de la Delegación de Educación de Málaga. "Hablamos de unos adolescentes que no muestran deseos de aprender y que no les importan las consecuencias de su mal comportamiento. La verdad es que no sabemos cómo tratarlos. Les expulsamos y les da igual y sus padres tampoco saben qué hacer con ellos", explicaba entonces el director del instituto, Manuel Matilla.

Estos incidentes se vieron agravados por un par de altercados que se produjeron fuera del centro. Un chaval del instituto fue agredido las pasadas Navidades por un grupo de chicos de su edad, algunos de los cuales, según el padre del menor, son compañeros de su hijo. El joven agredido sufrió la rotura del pie a causa de una pedrada. Si bien este último incidente se produjo fuera del centro, no evitó que la alarma entre los padres de los alumnos fuera en aumento.

Tras la solicitud de ayuda del centro, la Delegación de Educación tomó cartas en el asunto. "Nos reunimos con el claustro y el inspector de zona y les planteamos las estrategias recogidas en el Plan de Cultura de Paz y No Violencia que se aplica desde hace varios años para estos casos", explica José Antonio Binaburo, coordinador del proyecto de Cultura de Paz.

"El centro se ha sumado al plan y ya se está formando al primer mediador en conflictos, en este caso una profesora", añade Binaburo, que puso en contacto a este centro con el Instituto Los Manantiales de Torremolinos, donde este proyecto se aplica desde hace varios años con buenos resultados.

¿Cómo se regulan estos conflictos? En el caso de Los Manantiales lo que hace cuatro años comenzó a través de un grupo de trabajo ha derivado en un proyecto de innovación educativa. Este proyecto consiste en la creación de una serie de comisiones de seguimiento del alumnado conflictivo en las que los profesores, con ayuda de un psicólogo y los equipos de orientación, aplican estrategias personalizadas a cada caso. Así, los alumnos con problemas de convivencia reciben una tutoría personalizada encaminada a corregir su actitud. Si por ejemplo el alumno presenta un acentuado sentimiento de ira o de rechazo se trabaja para limar estos aspectos. Se le hace reflexionar sobre esas actitudes y se le propone una especie de reto personal en el que se fijan 12 metas que el alumno debe cumplir.

"Estas iniciativas cuenta con un seguimiento diario a través de unas fichas que ha de entregar el alumno y luego se trata personalmente con él en la tutoría semanal", explica Alfonso Ortiz, coordinador del proyecto.

El Instituto Los Manantiales también cuenta con un aula de convivencia, un espacio donde los alumnos reflexionan junto a un tutor para superar las diferencias con compañeros o profesores. "En este centro hay más de 1.000 alumnos y tenemos estudiantes de 35 nacionalidades. Para evitar problemas y roces, celebramos jornadas en las que se dan a conocer las diferentes culturas presentes en nuestras aulas; así se combate el miedo y el rechazo a lo desconocido", afirma Rosa Hernández, vicedirectora del instituto.

Para aprovechar al máximo la riqueza de contar con alumnos de procedencia tan diversa el pasado curso se creó la figura del alumno-cónsul: un estudiante es nombrado representante de una nacionalidad y cada vez que llega al centro un alumno nuevo de ese origen, éste ha de actuar como nexo con los demás estudiantes, con lo que se consigue una más rápida integración del recién llegado. Todo esto se complementa con otra iniciativa que ha dado excelentes resultados: la Escuela de Padres, que cuenta con un programa de debates en la televisión municipal.

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