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Reportaje:

'Nonells', 'rusiñols' y 'casas', al almacén

El Museo de Arte Moderno multiplica por cuatro las visitas en su último día

El antiguo Arsenal de la Ciutadella dio ayer el cerrojazo a cerca de seis décadas como centro de arte. El Museo de Arte Moderno de Barcelona (MAM) cerró a las 14.30 horas definitivamente sus puertas y los rusiñols, casas, nonells, gaudís y dalís que acogía quedan almacenados esperando a que se cumplan los plazos administrativos y puedan encontrar un espacio definitivo en el Palau Nacional de Montjuïc, sede del MNAC, del que depende orgánicamente.

"A partir del 2 de febrero de 2004, las colecciones del Museo de Arte Moderno del MNAC serán trasladadas al Palau Nacional de Montjuïc, sede del MNAC, donde se podrán volver a visitar a finales de 2004", rezaba ayer un cartel colocado en el vestíbulo del museo. Alrededor de 400 personas, cuatro veces más de lo habitual un domingo, acudieron a despedirse del MAM. Cada una de ellas pagó los tres euros que costaba la entrada. Las instituciones no previeron ninguna jornada de puertas abiertas ni otra actividad para lo que pretendieron que fuera un discreto adiós. "Bueno, los trabajadores brindaremos con una copa de cava cuando cierre. Para despedir una etapa y esperar a que el museo brille más en un futuro", señaló Rosa Lineras desde la taquilla.

"No entiendo que cierren ahora y no vuelvan a exponer las piezas hasta dentro de un año"
"Los visitantes que han venido esta semana son barceloneses, los que menos solían acudir"

Las maderas del suelo de la hasta ayer sede del MAM no cesaban de crujir. Se notaba que había un trasiego fuera de lo habitual en un museo casi desaparecido del mapa de la ciudad desde mediados de la década de 1990, cuando dejó de promocionarse. En los días laborales no se vendían más de 80 entradas y los domingos apenas un centenar. "El número de visitantes se disparó esta semana. Los que vienen estos días son barceloneses, precisamente los que menos solían acudir", puntualizó Luis Rognoni, otro trabajador.

"Lo que no entiendo es cómo lo cierran ahora y hasta dentro de un año no vuelven a exponer las piezas. Lo lógico hubiera sido esperar a que se terminaran las obras en el Palau Nacional", comentaban Carmen Gisbert y Enrique Cuellar tras contemplar La bodega de Camacho, de Sert. Ellos se contaron entre las últimas 400 personas que entraron en el Arsenal de la Ciutadella como museo, uso que tuvo desde el año 1900, primero como Museo Municipal de Arte y desde 1945 como Museo de Arte Moderno.

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Eduard Carbonell, director del MNAC, reconoció que esta crítica es "lógica" y apuntó a las prisas del Parlament -que también utiliza el edificio como sede- como causa de un cierre que admitió un tanto prematuro. "El Parlament iba a ocupar más espacio y en esas condiciones era inviable mantener el museo abierto. Nuestra previsión era haber cerrado dos meses más tarde", explicó Carbonell.

Las relaciones entre el arte moderno y el arte de la política no parecen haber sido las de buena vecindad, especialmente desde que el Ayuntamiento cedió el edificio a la Generalitat en 1999. El Parlament necesitaba más espacio, y poco a poco fue invadiendo las dependencias del museo, al mismo tiempo que instaba a la Generalitat para que impulsara las obras del Palau Nacional, que siguen alargándose durante más de una década. El MAM sufría algo parecido al mobbing inmobiliario, estaba condenado a una muerte alargada y silenciada por el incumplimiento de los plazos de las reformas en Montjuïc. Carbonell garantizó ayer la nueva exposición de estas piezas de la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX para diciembre. Mientras tanto, no hay previsto ninguna exposición temporal en cualquier otro espacio. Los cuadros de Fortuny, ahora expuestos en una antológica en Montjuïc, volverán al almacén al terminar la exhibición. El fondo del MAM lo componen unas 4.000 piezas, actualmente se mostraban unas 350, y en el nuevo espacio se prevé exponer alrededor de 600.

"Quería volver desde hace tiempo, y me dije, hoy o nunca", dijo Carmen Ruiz mientras empujaba el carrito de su bebé frente a las esculturas de Llimona, sus favoritas. "A mí me gusta el Palau de Montjuïc como museo, otra cosa es que se termine a tiempo y que el proyecto sea bueno. Podemos esperar un año si se cumple con esto", opinó Joana Colomé ante el retrato que hizo Dalí de su padre en 1925.

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