La mujer que hierve
Joan de Sagarra recuerda que Peter Brook le dijo a la Espert: "Eres como un vaso de agua que se congela en un instante y al siguiente rompe a hervir". Es géminis, del 11 de junio de 1935. Guarda la frialdad para la empresa y el fuego para el arte. Y siempre hace dos cosas. Ahora mismo tiene la ópera Tosca marchando en el Real, bajo dirección suya, y al tiempo está en Zaragoza interpretando, con Amparo Ribelles, La brisa de la vida... Dice que el personaje de su vida, la que más se le parece, es La buena persona de Sezuán, de Brecht, que ella interpretó en 1967. La buena persona... era doble, como ella, tenía la ternura, pero en cualquier instante se ponía a hervir.
A los 14 años debutó como actriz, para llevar dinero a la casa, un domicilio humildísimo del barrio barcelonés de Santa Eulalia. Pudo haber sido una actriz como la Xirgú, a la que admiró de niña, pero un día torció el camino y se puso a la cabeza de la vanguardia, asumiendo el riesgo de que le cortaran las alas. Tuvo un cómplice, su marido, Armando Moreno, director, actor, interrumpió su carrera para que ella brillara, y un sustento, su madre, la Yaya, que murió el año pasado. Las dos heridas se le han quedado visibles. Pero ella oculta las lágrimas. Ahora dice (cuando ensayaba Tosca) que llora por la música, pero es también porque recuerda.
Cuando se hizo directora de sus propios montajes se hizo también una mujer de hierro. Como un martillo. Un actor al que ella quería como sustituto le comunicó que no podía hacer la sustitución en una obra que ella preparaba en París. "Muy bien", le dijo Núria, "pues tráeme un martillo". "¿Un martillo? ¿Para qué?". "Para romperme un pie". Y el actor viajó a París. Un ejemplo de su carácter lo dio cuando dirigía el Centro Dramático Nacional. Un director general de entonces le reprochó que convirtiera el CDN en una especie de cabaret de ideas, y mientras le hacía el reproche le señalaba con el dedo, acusándole. Así que la Espert le retiró el dedo, enfurecida: "O me deja de apuntar usted así o le parto el dedo". Y cuando ella y Armando Moreno descubrieron que Víctor García, un genio atormentado, era el director que impulsaría la vena de vanguardia que latía en el corazón de la Espert (con él hizo Las criadas, Yerma, Divinas palabras...) se plegó a los caprichos geniales, pero siempre tuvo el brazo en alto por si una buena bofetada (o un martillazo) devolviera a la realidad los fantasmas del mejor director que tuvo...
Ella y Adolfo Marsillach tuvieron legendarios distanciamientos, y después del más profundo disfrutaron de una reconciliación muy fructífera que partió de esta frase que le dijo Adolfo en cuanto ella le cogió el teléfono: "Vamos, Núria, ya está bien". Se dice que un día le dijo Marsillach: "¿Qué hubiera pasado si me hubiera casado contigo?". A lo que la Espert respondió: "Pues que ahora sería la mujer de Alfredo Matas".
José Monleón, que estimuló como nadie, desde Primer acto, el desarrollo teatral de Núria Espert, recuerda cuando la censura le impidió la representación conjunta de Las criadas, de Genet, y de Los dos verdugos, de Arrabal. La aventura se quedó en el ensayo general. La venganza vino luego: hizo sólo Las criadas, el censor la quería vestida y ella apareció en sostén en el escenario.
Marcos Ordóñez, que hizo con ella su autobiografía, De aire y fuego, cuenta que cuando la visitó por vez primera en la espléndida casa de las afueras de Madrid (piscina, jardín: ya no vive en ella), ella empezó a descender por una escalera, recordando con su gesto de actriz cómica la famosa escena de Gloria Swanson en Sunset Boulevard... Al verla bajar así de solemne esas escaleras, el escritor y dramaturgo le dijo: "Ahora tendrías que decir: 'Señor De Mille, mi plano', como la Swanson". Y la Espert replicó: "Pues ahí tienes una piscina, por si quieres flotar boca arriba un rato", evocando así la famosa escena con la que comienza esa película.
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