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La gestión de Exteriores

Más allá de la polémica sobre la conveniencia de enviar buques de guerra a un país del que las fuerzas armadas salieron de mala manera cuando la independencia, en 1979, y al que ningún Gobierno español había osado acercarse militarmente desde entonces, el incidente del jueves revela un problema de gestión, más tangible que cualquier presunto golpe de Estado.

La visita se suspendió a raíz de que un miembro del Gobierno guineano lo pidiera por teléfono en la mañana de autos. Así lo ha confirmado el secretario de Estado de Exteriores, Ramón Gil-Casares, y hasta aquí no se conoce mejor explicación de por qué en pocas horas se dio marcha atrás de una decisión relevante. Exteriores ha reconocido, además, que no empezó a negociar la conformidad de Gabón con este viaje hasta que Defensa le comunicó, hace una semana, la disponibilidad de los barcos.La visita no podía ser anunciada mientras los contactos con Libreville no concluyeran, pero había que vacunar a los marineros, que reaccionaron al silencio oficial alimentando rumores de golpe, recurrentes en el caso de Guinea, que llegaron a los medios de comunicación. Los motivos de queja del responsable guineano que telefoneó a Exteriores son, pues, claros.

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