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Columna
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El misterio del Español

Vicente Molina Foix

Entretenidos y movilizados todos por la amenaza del teatro del Canal, nos hemos distraído del otro frente teatral que permanece abierto en Madrid. Parece ser, por una vez, que las protestas -sobre todo periodísticas- en torno a esa temida paralización de obras del nuevo teatro de la Comunidad surtieron efecto, ya que ahora Esperanza Aguirre y su consejero de Cultura afirman que la obra continuará. Pero a la paletada de cal siguió el cubo de arena, pues se ha negado el dinero necesario para permitir la ya acostumbrada visita veraniega al Real de Barenboim con su maravillosa tropa de la Ópera Estatal de Berlín, que este año, además, traía un estimulante programa Schoenberg.

¿Qué ocurre, sin embargo, en el Teatro Español? Es una cortesía convencional dar a los políticos electos cien días de respiro, por mucho que a menudo ellos no nos lo den a nosotros, sus electores, desde el primer momento en que juran (o prometen) su cargo y hasta el día en que lo abandonan, de buen grado o a la fuerza. Han pasado más de 200 desde la constitución del nuevo Ayuntamiento presidido por Ruiz-Gallardón y, de las variadas meteduras de pata que ya en tan poco tiempo le debemos al alcalde, ninguna resulta más inexplicable que la del Español, un teatro fundamental, no sólo por su historia, de nuestra ciudad, y en urgente estado de regeneración tras 12 años de manzanato, concretado en tal caso en la deplorable dirección artística (por llamarla de alguna forma) de la pareja Pérez Puig / Recatero, pareja en la vida real, pareja de hecho laboral y -según algunos malpensados- pareja también de cohecho.

Pues bien, habiéndose anunciado (y producido) el cese al frente de ese teatro municipal de la pareja en cuestión, sigue sin nombrarse un nuevo equipo director, aunque, ya desde los días siguientes a la confirmación de Alicia Moreno como concejal de Cultura (gran fichaje progresista de Ruiz-Gallardón y mujer de magnífico currículo en la gestión específicamente teatral), se avanzaron nombres, todos de relieve, para tan goloso puesto. ¿Qué se cuece, entonces, en la poca distancia que separa la Plaza de la Villa, sede del Ayuntamiento, de la plaza de Santa Ana, donde da la fachada del teatro? El vacío de poder que tan extraño no-nombramiento crea es además tan dañino al tejido (últimamente escuálido) de la vida teatral madrileña que ha despertado una rumorología desaforada; el misterio es el progenitor de la fantasía. El rumor que más se oye es el más alarmante, pues implica tanto a la responsable del nombramiento como al supuesto nombrado en componendas de cariz personal y económico rayanas en la ilegalidad. Siendo yo amigo y admirador de la trayectoria profesional de ambos protagonistas del rumor me niego firmemente a darle credibilidad. Pero no por ello deja de venir a mi cabeza de theatregoer y contribuyente decepcionado la pregunta: ¿qué pasa en el Español?

La queja no es banal. Madrid necesita fortalecer el eje de su teatro institucional (es decir, sufragado con dinero público) siguiendo pautas de calidad, experimentación y no injerencia en los caminos del teatro privado, igualmente esencial para la consolidación de una cultura teatral más amplia y diversificada. Dentro de ese eje, el Español es un buque insignia que ha de recobrar el lustre de las etapas en que lo dirigieron, por ejemplo, Narros o José Luis Gómez. Pero un teatro no es como un equipo de fútbol, en el que el nuevo jugador estrella puede empezar a marcar goles días después de su fichaje. El anuncio del sucesor de la proto-pareja Pérez Puig / Recatero debió producirse el verano pasado, para que así el equipo entrante, que se habría incorporado, naturalmente, el 1 de enero de 2004, finalizado el contrato de los susodichos, pudiese presentar en estas fechas una programación que sustituyera cuanto antes los rancios montajes de obras españolas (algunas de calidad) pergeñados por el tándem.

Aun suponiendo que mañana mismo se diese a conocer el nombre de la nueva persona encargada de dirigirlo, sería prácticamente imposible que el noble teatro de la calle del Príncipe empezase a estrenar espectáculos propios de su nivel antes del comienzo de la temporada 2004-2005. ¿Por qué hemos de esperar tanto para tener de nuevo al Español marcando la hora europea?

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