Mejorar el SAS
Esta navidad tuve la desgracia de pasar unos días, como acompañante en el hospital debido a un problema ginecológico que tuvo mi mujer. Durante más de una semana, pude observar las virtudes y vicios del sistema sanitario andaluz. Fue una visión agridulce. Junto a jóvenes capaces, innovadores y con ganas de aplicar sus casi recién adquiridos conocimientos de medicina, me encontré con médicos y enfermeros superados por las circunstancias, incapaces de responder de una manera adecuada a las nuevas demandas de los pacientes.
Médicos con conocimientos obsoletos, con técnicas desfasadas, a los que solo les importa pasar lo más rápidamente su turno de trabajo y regresar a sus hogares y consultas privadas. Enfermeras y personal auxiliar abúlico, condescendiente, con tendencia a mirarte desde su pedestal infranqueable. Desbarajuste con los horarios, con los turnos, como ejemplo, citar que en cinco días, mi mujer fue visitada por cinco médicos diferentes que se pasaban la pelota unos a otros.
Sin embargo, y aquí es donde pasamos a las virtudes, lo que nos hacía esbozar una esperanza, es que además existen en nuestro sistema sanitario personas con ganas de trabajar, personas que realizan su trabajo con alegría y dedicación, que atienden con gusto cualquier queja o súplica, que entienden, en definitiva, a los pacientes y sus familiares.
Mi mujer, gracias a Dios, salió bien, aunque no satisfecha, de su periodo hospitalario. No satisfecha, pero sin embargo, esperanzada en que, entre todos, mejoremos nuestras instituciones públicas de salud, tan importantes en una sociedad que se pretende moderna e igualitaria.
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