En memoria de Miguel P. Aguilera

Dedicó su tiempo, todo el que le fue concedido a dos nobles tareas : enseñar y guiar al que no sabe facilitándole el aprendizaje en el subjetivo mundo del Arte, que también tiene sus reglas y por otro lado, a la creación artística con mayúsculas. La primera la desarrolló en la Facultad de Bellas Artes de esta ciudad, Sevilla. La segunda , en la quietud de su estudio. No pidió nunca nada, reconocimientos ni honores, a pesar de lo prolífica de su obra y de su calidad innegable,. Siendo uno de los grandes cruzó su tiempo con una humildad sincera, cuando arriesgó tanto en sus indagaciones artísticas rompiendo el molde de la Sevilla más conservadora y rancia.

Tanto impulso renovador mereció mejores cotas de reconocimiento y estima ya hubiese sido en el panorama creador andaluz, en el nacional o más allá de nuestras fronteras. Siendo alumno de la Facultad uno de sus consejos me abrió los ojos y dejó una huella indeleble.

Todas las escuelas de Sevilla en el aspecto pictórico, todas las tendencias están en deuda con don Miguel. Por su constancia, su fe y su ilusión renovada ante el reto de un lienzo en blanco hasta el último día, por su ejemplo indesmayable.

Es tarea de todos propagar hasta el espacio cultural más escondido el enorme legado de talento y maestría que atesoraba su persona. En la ciudad donde reina la apatía y la desgana en lo referente a la Cultura en demasiadas ocasiones , es justo cambiar las tornas, modificar la pasividad dominante y repartir generosidad. A usted don Miguel, gracias y otra vez gracias. Su obra se alzará triunfante sobre el miserable olvido. Para que no tenga que ocurrirle lo que a Romero Ressendi y su lacerante abandono.