"Nunca es fácil la relación con las administraciones"
Hace dos años y medio que la vida de Mónica Martínez dio un importante giro. El repentino fallecimiento de su padre la llevó, en agosto de 2001, a la presidencia del Grupo Tecnológico e Industrial GMV, una empresa española y familiar al cien por cien, que se codea con las grandes europeas en alta tecnología. Desde entonces compagina ese cargo con sus labores como investigadora en el Instituto Max Planck de Química, en Alemania, país en el que se doctoró en Ciencias Físicas. A sus 33 años, Mónica, cuyo segundo apellido -Walter- y sus largas estancias en el extranjero justifican su acento, divide cuidadosamente su tiempo para poder abarcar actividades muy diversas. Su vocación la lleva a estudiar la polución de la atmósfera. Su empresa la exige estar al tanto del proyecto europeo de navegación por satélite Galileo, en el que GMV tiene una importante participación, así como de sistemas de mando y control para el Ejército, o de ayudas a la explotación de flotas de autobuses.
"El grupo es un bocado apetitoso para tiburones, pero nos estamos defendiendo bien. No nos ha hecho falta plantearnos una fusión"
Pregunta. ¿Cómo consigue abarcar tanto?
Respuesta. Cambiando rápidamente de onda. La verdad es que lo más difícil es saber en cada momento qué debo hacer. Pero decidido eso, es cuestión de ponerse a ello. Puedo estar apretando tornillos de un láser y momentos después hablando de Galileo con el director general de GMV. Lo que sí hago es dedicarme a mis dos labores todos los días.
P. Su designación como presidenta parecía casi una solución de emergencia, pero se consolida.
R. Siempre he dudado meterme en la compañía a fondo y dejar la investigación. Mi padre lo sabía y por eso hizo que entrara en GMV poco a poco, desde el puesto de consejera asesora. La idea era que terminara siendo presidenta no ejecutiva, que es lo que soy, aunque, desde luego, tomo las decisiones estratégicas.
P. Galileo ha dado un enorme respiro a GMV. Les permite asegurar su presencia durante los próximos cinco años en un sector que crece a un ritmo medio de más del 25%.
R. Es el contrato más importante que tenemos ahora, pero no es vital. Si no participáramos en él, lo haríamos en otras cosas. De hecho, ya lo hacemos. Por ejemplo, sistemas de seguridad interior para buques; simuladores de incidencias; ayudas de navegación para autobuses o vehículo de la policía; sistemas de protección a mujeres maltratadas, o un proyecto que analizamos en el sector agricultura, que permitiría que un tractorista are un campo por la noche sin pasar dos veces por el mismo sitio. Y todo, con alta tecnología.
P. ¿Por qué cree que no hay más empresas así en España?
R. Pues no lo sé bien, porque yo todavía estoy aprendiendo de ésta, que ha crecido muy rápidamente desde que mi padre la fundara en 1984. Yo creo que lo que caracteriza a nuestro grupo es un gran sentido de la calidad, tener una plantilla formada por los ingenieros que salen más cualificados de las universidades y hacer un trabajo a medida para cada cliente.
P. Ese cliente muchas veces es la Administración. ¿Es una relación fácil?
R. Más que con la Administración, es con las administraciones con las que tratamos y esas relaciones nunca son fáciles. Con algunas instituciones públicas, como el CDTI, por ejemplo, las relaciones sí son muy buenas, o con la Junta de Castilla y León, donde nos conocen muy bien, porque tenemos allí una planta industrial. Pero con Madrid es más difícil.
P. ¿No teme que GMV, una empresa muy cualificada pero de tamaño mediano, sea un bocado apetitoso para tiburones financieros?
R. Sí lo es, pero de momento nos estamos defendiendo bien.
P. ¿Se han planteado alguna vez una fusión para crecer?
R. No, no ha hecho falta.
P. ¿Y salir a Bolsa?
R. Ni pensarlo.
P. ¿Qué es lo que le preocupa más?
R. La plantilla, muy cualificada. Es nuestro mayor activo, pero también nuestro mayor coste. Y me preocupa que esté a gusto y su continua formación.
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