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El verdadero efecto 2000

Juan Ignacio Crespo

Hace cuatro años, el índice Dow Jones alcanzaba su máximo histórico de 11.750,28 puntos. Era el 14 de enero del año 2000, y todo el mundo se felicitaba entonces porque no se habían cumplido los malos augurios de que el 1 de enero de ese año los sistemas informáticos de medio mundo corrían el peligro de colapsar. El gasto desmesurado de los departamentos de tecnología de las grandes empresas y de los gobiernos de todo el mundo para impedir que el efecto 2000 tuviera lugar había contribuido de manera decisiva a fomentar la euforia reinante y a la creación de falsas expectativas sobre el mantenimiento de la demanda de tecnologías de la información. El exceso de capacidad y de oferta que todo ello generó terminaría en una enorme destrucción de capital a lo largo de los tres años siguientes.

Entre enero y marzo de ese año, cuando el índice Nasdaq Composite (que resume la evolución de, entre otras, las empresas tecnológicas) alcanzó su máximo, se estaba inaugurando una etapa de inestabilidad sostenida y de grandes reajustes en las placas tectónicas de la inversión internacional. Entre esos reajustes uno de los más importantes se estaba produciendo en la cotización del dólar, que entre finales de ese año y mediados del siguiente hacía un giro de 180 grados para estar depreciado un 36% frente al euro a comienzos de 2004.

La inversión en Bolsa en EE UU durante los últimos cuatro años se ha producido, pues, en el peor de los mundos: con una fuerte bajada del precio de los activos de renta variable y con una depreciación igualmente fuerte de la moneda de denominación de esos activos. La mayor parte de los fondos de renta variable norteamericana tuvieron que encajar ese doble impacto, acumulando pérdidas medias del 37% a lo largo de los últimos cuatro años. Los únicos que han salido un poco mejor librados son los que tuvieron la precaución de cubrir el riesgo de cambio cuando la cotización del dólar empezó a flaquear; o los que hubieran deshecho parte de su cartera de acciones a tiempo o, finalmente, los que, sabiendo rectificar la trayectoria, hubieran completado esa cartera en los momentos en que los precios estaban más bajos, entre octubre de 2002 y marzo de 2003.

Si se observa el cuadro adjunto, hay varios fondos que parecen haber realizado alguna de esas tres operaciones o una combinación de todas ellas, pues uno (el Nordea) ya consigue acumular una rentabilidad positiva para el plazo de los tres últimos años y otros tres están a punto de conseguirlo. Entre estos últimos está el fondo BBVA Índice USA Plus, que, además, se revela como el que mejor rentabilidad ha conseguido en los últimos 12 meses, casi un 29%. Esto revela dos aspectos de la gestión de este fondo: que hace justo un año sus gestores aprovecharon que los precios de la renta variable estaban en su punto más bajo de los últimos seis años y cargaron fuertemente la cartera del fondo, a la vez que tenían la precaución de proteger toda o parte de ésta vendiendo los dólares a plazo, pensando en que su depreciación continuaría. Estos aciertos se perciben muy bien al comparar la evolución de este fondo con el primero (el Nordea 1 North American Value) o el segundo (Vontobel US Value) del ranking, que aún se mantienen en esa posición gracias a los aciertos previos a los doce últimos meses.

Juan Ignacio Crespo es director de Análisis de Lipper.

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