La razón y las drogas
Colocados y La búsqueda del olvido se nos presentan como sendas historias de las drogas, en la línea de las historias sectoriales que contribuyen a una historia global más completa. Los dos libros pertenecen además al género retórico de la apología (de la legalización de las drogas, pero también de su consumo). Los dos, innecesariamente a mi juicio, mezclan razonamientos impecables con sofismas demasiado burdos. A partir de ahí, empiezan los matices.
Colocados abarca un periodo cronológico más extenso y tiene más ambición conceptual. A pesar de eso, es más apología que historia. Contempla épocas arcaicas y culturas tribales, y presta especial atención a la Antigüedad grecolatina, aunque lo haga, según cierta moda actual, reduciendo lo dionisiaco a drogadicciones y lo apolíneo a represiones, sin captar la armonía de fondo que sustentaba el equilibrio del mundo antiguo. El consumo masivo de alucinógenos en Grecia, en contra de lo que Walton sostiene, resulta más que dudoso. Su ingenio se ejemplifica en la descripción del diálogo platónico como "sesión alcohólico-dialéctica". Su categoría central es "intoxicación". "Drogas" le parece una "categoría amorfa y desmesurada". Sin embargo, el plural "intoxicantes" parece más heterogéneo, pues engloba desde el café hasta el LSD, pasando por el jerez que consumía la abuela del autor, el vino que se toma en la comunión, y hasta los placeres del sexo o de la alta gastronomía.
L
o cierto es que por huir de unas connotaciones negativas (las de drogas), Walton se topa con otras, las del eufemismo "intoxicación" y toda su familia léxica. Muy acertadamente, el traductor la ha calcado en español (incluido el neologismo "intoxicología" para la nueva ciencia). Como era de esperar, resuena en todos esos conceptos su significado etimológico: "envenenamiento". Walton, enólogo de prestigio, se reconoce "intoxicado". Desdeña las llamadas drogas blandas, por considerarlas análogas a las bebidas light. Y avisa: "Los que esperen oír las típicas historias de enfermedades crónicas y muertes prematuras se llevarán una decepción". Se apoya además en datos de informantes, pero reniega de cualquier precisión sociológica, lo que deja al libro en un incierto terreno que no es ciencia ni tampoco literatura. Pues, si esta última puede ser parcial y subjetiva, aquélla requiere rigor racional.
Bajo su apariencia proustiana, La búsqueda del olvido propone un objetivo nada proustiano. Frente a la literatura como memoria capaz de recuperar la totalidad de una vida, las drogas se constituyen en "dioses del olvido", en palabras de Berlioz, cuyo lema era "olvidarme de todo hasta mañana". La búsqueda del olvido no es exactamente lo que sugiere, una Historia global de las drogas, porque el periodo que cubre es el de la modernidad (1500-2000). Sin embargo está excelentemente documentado y tiene verdadero rigor histórico, quizá porque su periodo es menos extenso. El medio siglo de la Modernidad es analizado con detalle, sobre todo a partir de 1670, cuando se atestigua por primera vez en inglés el consumo del cannabis. Alternando datos históricos con anécdotas, se convierte a la larga en un fatigoso catálogo de toxicómanos, sean ilustres o vulgares. Digo fatigoso, porque los adictos a cualquier sustancia se parecen entre sí más que el resto de seres humanos. Vistos en grupo y a larga distancia, como permiten estas historias, las drogas no exacerban la individualidad, sino que la atenúan. Muy interesante en La búsqueda del olvido es la sección de fotografías y las notas que las comentan. Más ecuánime que Walton, no teme dar cuenta de la faceta destructiva de las drogas, lo cual da más fuerza a su ensayo.
Piensa Davenport-Hines que la absoluta sobriedad no es un estado natural en el hombre. Walton afirma algo que parece lo mismo, pero que va mucho más allá: que el estado natural del hombre es la intoxicación, hasta el punto de que considera (con argumento no sé si racista) que los inuit o esquimales conformaban una "verdadera anomalía biológica" por no "intoxicarse". Incorporada, según él, a la herencia biológica, la "intoxicación" se convierte en un derecho humano inalienable.
Una de las más curiosas características de la posmodernidad es la coexistencia de actitudes contrarias (incluso incompatibles) dentro de un mismo proyecto ideológico. Así, se promueve como progreso todo tipo de desintoxicaciones (los alimentos ecológicos, la lucha contra la contaminación y contra la energía nuclear, etcétera), mientras se defiºenden otras "intoxicaciones", algunas obscenamente artificales. Es otro síntoma, y no el más pequeño, del fracaso de la razón moderna.
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