Constancia
En una reciente entrevista Alexander Petrovic, de vuelta en nuestra liga dirigiendo esta vez al Caprabo Lleida, fue cuestionado acerca de las posibilidades de que Macijauskas, gran sensación de la Liga ACB, llegase a convertirse en otro Drazen Petrovic. El técnico croata (y hermano del mito) contestó que se debía esperar para ver la capacidad de la estrella del Tau en jugar de la forma en que lo está haciendo durante años. La respuesta es digna del personaje (en aquel Cibona que doblegó y de paso desquició a todo el que se le ponía por delante a mediados de los ochenta, Drazen era el martillo pero el general y cerebro detrás de todo era Alexander) y sin duda acertada. Cuando hablamos de jugadores con mayúsculas, la constancia en el rendimiento es una de sus características, y esa constancia no se mide en meses sino en años. Todos los jugadores profesionales pueden tener un partido glorioso. Muchos son capaces de entrar en rachas que les duren unas cuantas jornadas. Bastantes cuentan en su currículum temporadas estelares, de esas que hacen exclamar: "Este año fulanito se ha salido". Pero lo que muy pocos consiguen es alargar el nivel de excelencia partido tras partido, temporada tras temporada. Petrovic lo hizo desde edad muy temprana y durante unas cuantos años, por lo que apunta bien su hermano reclamando el paso del tiempo para poder establecer con mayor conocimiento de causa la comparación, que a día de hoy se antoja un poco desequilibrada, aún teniendo en cuenta la sorpresa y fascinación que ejerce el lituano del Tau. Vivimos tiempos apresurados de creación (y posterior demolición) casi instantánea de figuras. Este modelo deportivo-mediático necesita alimentarse constantemente de nuevos elementos y celebra con ruidosa alegría cualquier aparición y en demasiadas ocasiones se jalea más al jugador champán (explota y al poco tiempo pierde su fuerza, pero no importa, en poco tiempo saltará otro a la palestra) que al jugador vino tinto ese que mantiene sus cualidades y las mejora con el paso del tiempo.
Afortunadamente ocurre que de pascuas a ramos surgen especimenes raros de deportistas que combinan las cualidades de ambos grupos, que son capaces de poseer la excitante efervescencia de los primeros y logran mantenerla durante años. Entramos en el terreno de los más grandes, donde tiene su lugar Petrovic, hombres cuya capacidad para mantener un excelente rendimiento estadístico y emocional parece no tener fin. Y en este club no se entra en 20 partidos, por muy bien jugados que estén.
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